![]() |
Foto: Marcelo del Pozo |
Llegaba el Celta al Sánchez Pizjuán con la obligación de
ganar y eso nunca es bueno. Porque la ansiedad, las prisas, el peso de una sequía
incomprensible; comienza a minar la moral de unos jugadores que dominan los
partidos y lo dan todo hasta el final sin ningún tipo de premio. Es
incomprensible que el Celta, este Celta, lleve más de 600 minutos sin anotar un
gol y encadene seis derrotas seguidas por la mínima. Es todo un misterio que,
en el caso del partido del pasado sábado, se acrecienta más y más a tenor de lo
visto en el terreno de juego.
Porque el Sevilla, un equipo diseñado para alcanzar la Champions y pelear por
ganar la Europa League ,
no compareció en ninguno de los tramos del partido. Fue el equipo de Berizzo
amo y señor incluso después de la rigurosa y tempranera expulsión de Carles
Planas tras arriesgada entrada a Denis Suárez. Ni con uno más el Sevilla fue
capaz de salir de su área. De esta forma solamente un error individual o una
genialidad podían poner en franquía al equipo local y lo cierto es que así fue:
el gol de Pareja, a balón parado, es un error de cálculo de Sergio y la única
ocasión clara de los sevillistas en la segunda parte sucede tras gran jugada de
Reyes. El resto fue el Celta y ni por esas.
El once no fue sorprendente: volvían Planas y el ‘Tucu’ a la
titularidad y repetían el resto de jugadores respecto a la última jornada. El único
cambio sustancial devino de la expulsión al verse el ‘Toto’ obligado a
introducir a Jonny en el campo para recomponer la defensa. Que el sacrificado
fuese Charles sorprendió a propios y extraños, pero analizado fríamente el
cambio no pude ser más acertado. Teniendo en cuenta la larga sanción de
Larrivey, la acumulación de partidos en esta semana entrante y el hecho de que
el jugador brasileño acabe de superar una lesión muscular lo hacía ser el
indicado. Porque además la clave, en ese momento de partido tan delicado, era
no perder le medio del campo ni dejar descubierta ninguna de las dos bandas. El
plan salió bien, ya que el Celta no se descompuso y dominó el partido e incluso
atacó mejor con Pablo Hernández de ‘falso nueve’.
Así que el partido, que se movió al son de un gran
Krohn-Dehli al que ya comenzamos a echar de menos por su no-renovación, se
inclinó poco a poco hacia la portería de un Beto inseguro. Le faltó al equipo
vigués, como en todos los partidos de esta racha nefasta, dar la puntilla,
rematar la jugada, meter el balón en la portería. Pero a nivel de juego no se
le puede pedir más ni a Berizzo ni a los jugadores. Son protagonistas, encaran
los partidos con personalidad, dominan y presionan con criterio. Ahogan al
rival y lo maniatan. Pero el balón, caprichoso, rehúsa darnos la tranquilidad
que dan los puntos.
Quién sabe si, teniendo los mismos puntos pero conseguidos en
estancias más recientes, el equipo y la afición estarían más tranquilos. Porque
ni fue normal la excelente racha del inicio de temporada ni está siendo normal
la trágica sequía desde la épica victoria en el Camp Nou. No es normal que un
equipo que tiene tanto el balón, ataca tanto, centra tanto y llega tanto al área
no sea capaz de meter un miserable gol. Es un misterio que, para un servidor,
solamente puede solucionarse de una forma: incidiendo en la misma fórmula. Siendo
testaruda y huyendo de la rendición. El trabajo bien hecho ha de dar sus frutos
tarde o temprano. Tengamos (más) paciencia.
Sígueme en Twitter: @germasters
0 comments:
Publicar un comentario