Inacción prevaricadora


Foto: LOF
Una temporada en general tranquila en el aspecto arbitral se ha torcido en los dos últimos encuentros. Al penalti fingido por Cristiano Ronaldo le ha seguido la colección de errores perpetrados ayer por Del Cerro Grande y sus asistentes. Fallos que no esconden las interferencias que está padeciendo el Celta en su juego. Pero que han de analizarse como otro factor en la mala racha y ayer un factor decisivo. A un equipo con el viento en contra, cualquier lastre se le antoja una tonelada.

Puede valorarse la actuación de Del Cerro Grande como equilibrada en la dirección disciplinaria, sólida en el criterio sobre el juego físico, con presencia cercana a las jugadas. Pero ese tono general queda afeado por los errores de apreciación y, especialmente, por una decisión injusta que alcanza lo grosero.

"El mejor juez de línea del mundo" según Iturralde González, el que cubría el ataque del Celta en la segunda mitad, anuló un gol legal a Charles y otra acción peligrosa de Nolito, bien que neutralizada por Kameni. Son fueras de juego de centímetros, en los que se entiende la imprecisión del ojo. Otra cosa es la sempiterna manía de pitar lo dudoso, cuando las autoridades arbitrales recomiendan lo contrario. Un gol mal concedido sigue pesando más que un gol mal anulado y eso no hay directriz que lo cambie.

Por posición, era también tarea del juez de línea señalar el penalti por agarrón a Mina, que el árbitro, desde la frontal, no podía apreciar. Puede que haya influido ese verde de la segunda equipación, que es de camuflaje, poco visible. Otro color más llamativo hubiera hecho evidente la tela estirada al límite. Pero en esta acción le cabe al trío arbitral la disculpa de que Mina parte de situación de fuera de juego, que precede al penalti. Ignorando ambas acciones, el árbitro concedió el cabezazo de Sergi Gómez que Kameni detuvo.

No se libró del error el otro juez de línea. Al comienzo se anula otro gol del Celta, aunque en sentido estricto es por una acción exactamente anterior, una mano de Mina que en realidad fue costado. Se puede eludir la expresión "gol anulado" porque la teoría afirma que podrían haber ocurrido mil cosas diferentes en ese metro y esa décima de segundo entre lo uno y lo otro.

Todas estas acciones son errores de apreciación, cognitivos, inconscientes. Es lo que no se ve o lo que las limitaciones humanas provocan que veas. Del Cerro Grande juzga sobre la información que maneja y decide en justicia. Duele, pero ha de aceptarse como cualquier lance fortuito del juego.

Bien diferente es lo que sucede en la internada de Rosales que concluye con el lateral derecho del Málaga tirándose en el área del Celta para forzar el penalti. Una acción de clara interpretación, sin contacto o traspié que le concedan a Rosales el beneficio de la duda. Undiano, o sea, se tragó la obra de teatro que Cristiano Ronaldo interpretó para él; Del Cerro Grande, no.

Y es peor. Porque en el instante de emitir su veredicto, Del Cerro es perfectamente consciente de que Rosales ya tiene una tarjeta amarilla. Se asusta o se le antoja exagerado echarlo. Y aprovecha que la jugada prosigue para que el torrente de los acontecimientos engulla lo sucedido.

Pero es una inacción culpable, mucho más que cualquier acción. Del Cerro Grande se inhibe y por eso prevarica. Al no decidir de forma justa, toma una decisión injusta a sabiendas. Y el que acaba con amarilla es Charles, que se lo recuerda cuando una falta sobre él detiene el juego, porque ha sido evidente: "Tú sabías que tenía amarilla". Un mal síntoma en un árbitro al que se le supone un brillante porvenir.

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