Cálida ovación a Paco Herrera


Foto: FdV
Como el mejor turrón, Paco Herrera ha regresado a casa por Navidad. La afición celebró con una cálida ovación la vuelta del entrenador que ascendió al Celta Balaídos, una muestra de cariño que evidencia que el celtismo no ha olvidado lo mucho que debe al actual técnico de Las Palmas.

Casi dos años han pasado desde que Herrera dirigió su último partido en Balaídos con el Celta. Fue el 9 de febrero de 2013, frente al Valencia. Los celestes perdieron con un gol del paraguayo Nelson Váldez en el último suspiro que significó el principio del fin de casi tres años de perfecta comunión del técnico pacense con el celtismo. Luego todo se precipitó: las críticas de Herrera a Aspas, la suplencia del moañés ante el Getafe, la derrota frente a los azulones y, finalmente, el amargo despido. Las ley del fútbol es inexorable, ni el más querido es inmune a la tiranía de los resultados.

Herrera se fue, pero el legado su legado permanece. Ha demasiado que agradecerle y mucho por lo que recordarle. "Paco Herrera, el que nos subió a Primera", rezaba ayer una gran pancarta en la grada de Tribuna. La afición no olvida que fue el veterano entrenador pacense el que devolvió la ilusión al celtismo y le rescato de la penuria de la Segunda División, pero fue también Herrera el hombre que sentó las bases del aclamado proyecto de cantera de Carlos Mouriño. La prueba viva de su legado se podía contemplar sobre el césped de Balaídos. Nada menos que tres jugadores a los que Paco Herrera dio la alternativa fueron ayer titulares con Eduardo Berizzo para remontar la eliminatoria frente a Las Palmas: Álex López, al que le dio galones casi nada más llegar; Jonny, al que recurrió después de la grave lesión de rodilla de Mallo en lugar de apostar por un fichaje invernal; y Santi Mina, que debutó de su mano en su último partido al frente del banquillo celeste. Fue su último servicio al Celta.

La cálida ovación que la afición celeste le tributó anoche en un estadio algo desangelado por la incomodidad del día y el horario (buena parte del público no había entrado al campo cuando Herrera se dirigió al banquillo visitante en animada charla con el doctor Cota), las muestras de cariño , las pancartas dándole la bienvenida a casa, la renovada ovación que se le tributó tras el descanso fueron la mejor muestra de que el celtismo tiene y tendrá muy presente a Paco Herrera.

Claro que en el fútbol, por gran de que sea el agradecimiento hacia el técnico contrario, el cariño se extingue en cuanto el balón loecha a rodar y aficionados que ayer desafiaron a las incomodidades del horario para arropar al Celta estuvieron más pendientes de animar al conjunto que ahora dirige Berizzo que de jalonar los buenos momentos del pasado. Al fin y al cabo, en el fútbol se vive del presente. El del Celta es una realidad tangible; el de Las Palmas, que ayer hizo sufrir mucho al Celta para clasificarse para octavos, promete. Herrera tiene pericia y mimbres para dejar también una huella perdurable en el equipo canario.

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