Una tarde de brillo sin premio


Foto: Óscar Vázquez
En el fútbol los méritos no siempre van acompañados de puntos, como ayer comprobó el Celta. La primera derrota de los de Eduardo Berizzo en la Liga llegó a manos de un Villarreal que presumió de calidad y que supo aprovechar el minuto más fatídico de los célticos en lo que va de competición. Lo único que mitiga el dolor de la primera derrota viguesa es que el equipo demostró que está para competir con cualquiera. Sea quién sea.

Actitud: La valentía por delante
Berizzo proclamaba el viernes que su equipo jamás pecaría de ambición ante ningún rival, y ayer lo demostró con hechos. El Celta, ataviado con su once de gala, salió sin complejo alguno a por un Villarreal al que acorraló por momentos y frente al que se reencontró con su mejor versión futbolística. Después de protagonizar dos partidos discretos, pero de buenos resultados, como fueron el derbi y la visita al Elche, los célticos recuperaron su juego trenzado y vistoso, sin embargo, su osadía, su desparpajo y sus ganas se quedaron sin recompensa.

La intensidad: Con el balón en los pies
El Celta ganó la partida de la posesión (67 %), si bien al final el balón no se tradujo en puntos. Los vigueses echaron mano del fútbol intenso y de presión para hacerse con la pelota y maniatar así al equipo de Marcelino. Su apuesta por el esférico funcionó a la hora de controlar el partido, y el Villarreal comprobó en primera persona lo que supone el acoso y derribo celeste.

Defensa: Los errores, muy caros
Tres goles fue un castigo excesivo para un Celta que en el primer tiempo concedió únicamente los dos goles y una contra que quedó en nada. Las dos bandas se cerraron a cal y canto y fueron dos jugadas desafortunadas que la zaga no logra desarbolar las que permitieron los dos primeros goles rivales. Tal y como Berizzo había avanzado, Radoja, que ejerció como mediocentro hasta que Krohn-Dehli le sustituyó en esa función, hizo las veces de tercer central cuando la defensa se armaba con cinco hombres, liberando así a Gustavo Cabral. El cambio de Jonny por Planas fue la medida con la que el banquillo quiso contrarrestar los cambios ofensivos de Marcelino cuando este optó por armar un once que buscase descaradamente los contragolpes.

La clave: La concentración
Encajar dos goles en un minuto fue un golpe demasiado duro ante un rival de la talla del Villarreal. El segundo tanto, obra de Moi tras el saque de centro, llegó con el Celta desconcentrado tras recibir el primer tanto, y poco antes de marcharse al descanso, justo tras el 2-1 de Larrivey, los castellonenses dispusieron de una contra que podía haber cerrado el partido mucho antes.

El ataque: Faltó puntería
La puntería que otros días sobró al Celta, se echó en falta ante el Villarreal. Los de Berizzo contaron llegadas suficientes como para hacerse con la igualada, pero el acierto en la finalización no estuvo de su parte. Orellana estuvo espeso a la hora de dar el último pase, Nolito se encontró con muros una y otra vez cuando buscaba sus internadas, y Larrivey solo logró rematar al fondo de la red uno de los balones que le llegó. Por primera vez en partido oficial Charles y Larrivey compartieron once, si bien el partido estaba ya decidido como para comprobar los resultados de la apuesta.

Lorena García Calvo / La Voz de Galicia

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