Foto: Salvador Sas |
Era la Real Sociedad
un rival difícil, imprevisible. Habían avisado en su proeza contra el Real Madrid
la jornada anterior de que a pesar de sus bajas y del desgaste de los últimos
años, el peligro era evidente. Por eso este empate, más agrio que dulce, tiene
que entenderse también como un baño de realismo. El Celta sigue siendo un
equipo concebido para permanecer en la Primera División , demasiado
verde todavía para alcanzar cotas más altas a pesar de que ilusiona y mucho.
Falta aquello que hace a los proyectos futbolísticos algo
grande: controlar los partidos. En estos tres que llevamos del curso 2014/2015,
el Celta ha controlado el juego (brillantemente, eso sí) a ratos. ¡Y qué rato
el de ayer! Esos 30 minutos a partir del golazo de Orellana (tras contra
maravillosa que centra de lujo un Krohn-Dehli espectacular) son los más
esplendorosos desde el Celta de Mostovoi. Y no, no es una exageración. Aquellos
que vivimos en nuestras carnes esa época de excelencia, comandada precisamente
desde la zaga por el Toto Berizzo, sabemos de lo que hablamos. Hacía tiempo que
no se veía al Celta presionar, tocar y mandar como lo hizo en ese tramo
emocionante.
¡Cómo jugó el Celta en ese tiempo! Pero claro, los partidos
duran sesenta minutos más. En algunos de ellos existió el equilibrio entre
vigueses y donostiarras y en los últimos veinte los que iban de naranja le
tomaron la medida el encuentro. La lectura clara, después de estos tres
encuentros tan similares entre sí, es que de momento el equipo dura una hora
exacta a nivel físico. La presión y el desgaste son tan altos que la cabeza
deja de funcionar en las segundas partes. El Toto no está gestionando los
cambios todo lo bien que debiera y la ausencia de plan B termina por enterrar
todo lo ganado anteriormente con brillantez.
Larrivey, inmenso de nuevo, puso el segundo tanto en el
marcador y la parroquia celeste se las prometía felices. Quizá por eso Berizzo
decidió introducir al ‘Tucu’ Hernández, con ganas de probar su estado de forma
y una nueva variante ofensiva. La desgracia no tardó en llegar ya que llevaba
apenas un minuto en el campo el chileno cuando Sergio despejó mal y provocó una
ocasión realista que terminó en las redes tras toque de clase de Agirretxe. No
supo leer el míster lo que venía y le pidió al bueno del ‘Tucu’ que adelantase
mucho la presión retrasando a su vez a ‘Dehlicatessen’ a la altura del serbio
(y sobrio) Radoja. El danés, fundido, poco pudo hacer ya a nivel defensivo y el
chileno, con un ritmo distinto, fue envenenado por la decisión de Berizzo.
Así, y solo así, se puede explicar dicho desconcierto. El
equipo se partió porque Hernández se situó al lado del delantero (primero
Larri, más tarde Charles) y nunca llegó a entrar en juego. Demasiado arriba
para tocar el balón y también para ayudar al medio del campo. Para colmo, las marcas
individuales que con buen tino maniataron en la primera parte a la Real , sembraron el caos
cuando Arrasate las detectó. El Chori Castro, que entró al terreno junto a
Agirretxe para cambiarlo todo, mareó a los laterales sacándolos de sitio
continuamente. El buen estado de forma de Sergio Canales también ayudó.
Fue entonces cuando, a un minuto de la agónica victoria,
Planas abandonó su posición para presionar con marcaje individual. El resultado
fue un hueco enorme a la espalda que no cubrió (porque ya no llegaba) un
voluntarioso Nolito. El resto se veía venir, incluso la mala orientación de
Jonny que provocó su gol en propia portería. Menos mal que Sergio todavía estiró
el brazo para evitar males mayores a cabezazo del Chori. Visto lo visto, tras
derrumbarse completamente en esos minutos de caos, el empate era un botín que bien
vino salvaguardar. El Toto, con sus loables ideas, tiene todavía mucho que
mejorar. La lectura del partido le pasó un poco por encima y, sobre todo, queda
todavía la incógnita de cómo solucionar ese desgaste físico brutal que alarga
tanto los partidos. ¿Dosificar la presión? ¿Ser menos ambiciosos? Los cambios
son, sin duda, una pequeña llave que todavía no ha adquirido este nuevo (e
ilusionante) Celta de Berizzo.
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