Un procesador del último pase


Pendiente de confirmación oficial, Rafinha ya tiene sustituto en el Celta. Facundo Sava, el entrenador del equipo de Rancagua, reconoció ayer que Pedro Pablo Hernández, el Tucu, ya no está con ellos y que no podría rechazar la oferta que le había llegado desde el exterior. El hombre que lideró el título de campeón de Liga de O'Higgins en Chile y los ascensos de Atlético Tucumán en Argentina y Racing de Montevideo en Uruguay será céltico por dos temporadas con opción a una tercera. Los célticos se hacen con el 70 % del pase, el que tiene O'Higgins, a cambio de 1,6 millones de euros. El 30 % restante pertenece al Arsenal de Sarandí, el mismo equipo que cedió en su día (al menos contractualmente) a Gustavo Cabral.

El Tucu es un jugón. Un futbolista con calidad que se mueve por todas las posiciones de vanguardia, que puede jugar caído a la banda, de hecho en O'Higgins lo ha hecho muchas veces en el lado derecho pese a ser zurdo. Como Rafinha el curso pasado en Balaídos.

«Un futbolista que da pausa al juego y que era el centro neurálgico del equipo», comenta Daniel Gajardo, de El Tipógrafo de Rancagua. «Un jugador distinto, con mucha talento y con una calidad, muy por encima de la media», añade Rodrigo Ried, de Radio Bio Bio, de la capital chilena.

Además no está falto de gol, porque partiendo de la segunda línea, en el campeonato chileno fue capaz de anotar siete tantos. Su fuerte es el balón parado, tanto el lanzamiento de faltas como de córneres. También va muy bien de cabeza. Tiene además un potente disparo. Su especialidad es ensayarlo desde la media luna.
Pablo Hernández ha sido el nombre del año en Chile. Uno de los pocos que ha hecho el camino a la inversa dentro del torneo doméstico chileno. Llegó como uno más, sin el aval de un pasado esplendoroso, y se convirtió en la gran figura del campeonato. Hasta el punto de nacionalizarse chileno y debutar, con dos goles, en la selección. Solo un desgarro de última hora le privó de estar entre los 23 elegidos por Sampaoli para estar en Brasil.

En Chile se ha revelado como un jugador de último pase -Calandria ha sido el principal beneficiado-, con una gran visión de juego y un buen cambio de ritmo. En este aspecto quienes le conocen aseguran que no notará el salto al fútbol europeo en cuanto al tempo de los partidos. También cuenta con una notable lectura de partido dentro del campo. Además, dotado físicamente.

Hernández ha tenido que luchar duro para alcanzar el primer plano balompédico. Y eso que siendo casi un niño fue capaz de ayudar a sacar a un histórico como el Atlético Tucumán de la tercera categoría del fútbol argentino después de dos décadas infames. Pero cuando el Decano ascendió a la B, el centrocampista ofensivo se fue por la puerta de atrás. Comenzó un periplo migratorio que lo llevó a Uruguay para jugar en la segunda categoría en el Racing Montevideo, con quien ascendió a Primera y que le sirvió para irse a Defensor, uno de los grandes del fútbol charrúa. Tampoco ahí su estadía fue duradera y tuvo que hacer la maleta rumbo a Estados Unidos para jugar en Washington en el DC United.

De regreso a Argentina tomó la decisión de su vida. Rompió un contrato que ya tenía apalabrado con el Arsenal de Sarandí y atendió la llamada de Berizzo para irse a Rancagua. Y en O'Higgins ha sido el rey. La brújula sobre la que pivotó el movimiento colectivo del modesto equipo minero, que jamás había sido capaz de intimidar a los grandes del fútbol chileno y que de repente se ha visto con una estrella de campeón en el pecho.

A nivel personal, el Tucu es un hombre formal, profesional y que no rehúye ningún tipo de pregunta. Acepta su rol dentro y fuera del campo. Con la humildad de quienes han tenido que picar desde la mina para llegar al escalafón deseado.

Xosé Ramón Castro / La Voz de Galicia

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