Los rianxeiros frustran el ascenso de la UD Las Palmas


Foto: Gerardo Ojeda
Una pequeña parte de los aficionados de la Unión Deportiva Las Palmas, presentes hoy en el Estadio de Gran Canaria, deberían haber elegido la televisión para seguir las evoluciones de su equipo, si es que la Unión Deportiva lo es. Faltaba un minuto y medio para que se cumplieran los tres minutos que había descontado el colegiado cuando varios individuos, algunos que ni siquiera portaban camisetas amarillas, comenzaron a saltar al campo dispuestos a entrar en el terreno de juego. 

Lo hacían para celebrar, antes de tiempo, el ascenso de su equipo, que doce años después estaba a punto de retornar a Primera al ir ganando al Córdoba con un solitario tanto de Apoño. El conjunto amarillo había sido posiblemente mejor que el blanquiverde en la eliminatoria, y desde luego lo estaba siendo en el partido de esta tarde, donde incluso el marcador de 1-0 a su favor se podía antojar corto viendo los méritos de unos y de otros. 

El encuentro transcurría plácido hasta su desenlace final, con un Córdoba entregado, sin excesivas ideas, y estrellándose una y otra vez contra el murdo local. Si hubiese un manual de un partido controlado, este se podría poner como ejemplo. Pero entonces, una serie de aficionados, bastantes es cierto, decidió que había que darlo por terminado y había que empezar a celebrar, que para ello se habían acercado al estadio esa tarde.


El colegiado paró el partido y amenazaba con suspenderlo. Los nervios en ambos banquillos eran evidentes. Bajó al césped incluso el Presidente de la Unión Deportiva, sabedor de las terribles consecuencias que podría tener para su equipo una suspensión. Por megafonía se pedía que no saltasen al campo, pero el goteo de aficionados era constante. 

Por fin se logró disuadir a la afición de saltar al terreno de juego, aunque permanecían justo detrás de las pistas de atletismo. Los más de cinco minutos en los que se paró el partido dio tiempo a los jugadores a pensar, especialmente a los locales, que tocaban el ascenso antes de ser descentrados por su propia afición. El minuto y medio de juego que restaba no se llegó a jugar, porque cuando faltaban unos segundos, el Córdoba aprovechó una indecisión de Barbosa, el portero local, y de toda la zaga, para poner el empate que le daba el ascenso. 

Volvían los cordobeses a Primera 42 años después, mientras que la afición amarilla, la buena afición amarilla, tendrá que esperar, seguramente por culpa de unos indeseables que tan solo habían acudido al Estadio de Gran Canaria por la fiesta. Todos sabemos de qué hablamos. Pasa en todas partes. Al término del encuentro se vivieron situaciones complicadas, con enfrentamientos entre aficionados del mismo equipo, lanzamientos de objeto de la grada al campo y del campo a la grada. Un espectáculo bochornoso que no se merece el fútbol ni la Unión Deportiva Las Palmas. Algo habría que hacer con estos "aficionados". 

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