La Otra Crónica: non te vaias de Primeira...


Foto: Lalo R. Villar
En los momentos clave, el Celta se dio un festín. Repitiendo las sensaciones andaluzas de la jornada pasada, los del Lucho se apuntaron al camino del gol desplegando el juego bonito que ha llegado (y funcionado) cuando tenía que llegar. Y así, tras esta incontestable victoria a un Valladolid que abandona Balaídos muy tocado, se puede decir (aunque todavía con la boca pequeña por si acaso, que de sufrir no nos quita nadie jamás de los jamases) que la temporada que viene seguiremos viendo fútbol de Primera división en Vigo.

Porque de Primera división fue el partido que planteó el Celta. Once de gala sin cambios raros más allá de un Madinda que se ganó la titularidad con su empeño, Luis Enrique hizo una vez más una apuesta segura y le salió todo lo bien que podía salir. Comenzaron los de Pucela queriendo el balón y elaborando poco a poco, pero el peligro lo llevaban los olívicos. Era uno de esos inicios celestes que se dan en casa: esperaban los locales la necesidad del visitante. Pero esta vez salió bien ya que los vigueses se abrieron en abanico a la hora de enfilar las contras. Y hay velocidad para ello. Así llegó el primer tiro al palo de Charles y la clarísima ocasión marrada por un soberbio y espectacular Orellana tras una jugada para la que ya se le agotan a uno los epítetos. El nivel del chileno, ya incluso asentado en la banda derecha, es tan estratosférico que deberíamos dar por hecho que viaje a Brasil.

El segundo palo de la noche lo firmó Nolito. El andaluz estrellaba el noveno en su cuenta particular batiendo récords y esta vez de cabeza en lo que era un registro inédito para su repertorio. Era el preludio del gol porque el Celta, gracias a esos relámpagos en forma de ocasión clara, ya dominaba el balón merced a un Krohn-Dehli de nuevo muy liberado en el medio del campo. Tampoco JIM estudió mucho al danés y este campó a sus anchas con un nuevo partidazo en el pivote ¿defensivo?.

Y fue otra vez Fabián, el Poeta que por fin encontró su rima, el que se marcaba otra gran jugada en diagonal para servir al segundo palo a un Nolito que machacaba a las redes de Jaime. Vital el gol y vital el momento, ya que el Valladolid venía de tirar por la borda un contragolpe en el que se interpuso la decisiva figura de un buen Yoel. 1-0 y la sensación de que el partido ya estaba en el bolsillo porque los áimos de los vallisoletanos se derrumbaban minuto a minuto. Más todavía cuando, al filo del descanso, Charles se vistió de Romario para aprovechar un nuevo pase entre líneas de Orellana. Gran partido el del brasileño enmascarado que llega a la decena de goles en su temporada-debut en la máxima categoría.

Había que matar y abortar cualquier intentona de resurrección pucelana y eso debió ser lo que el Lucho le imprimió a sus jugadores en el descanso. Apenas treinta segundos bastaron para que el Celta, de nuevo con Nolito como protagonista tras bonito taconazo de Levy, sentenciase ya de forma casi definitiva. Caraja de la zaga violeta y golazo de Manuel Agudo. Poco tardaría en confirmarse la goleada: de nuevo Madinda centraba desde banda izquierda y era el defensor el que se introducía el balón en su propia portería. La grada festejaba mientras el Celta se veía superior en el encuentro. Un partido de esos que disfrutan jugadores y afición en brillante armonía.

El resto, un trámite. Pudo llegar el quinto por mediación de un Mario Bermejo que ahí tenía su gol tras tanto sufrimiento. Ya sabemos que Super-Mario no se rinde, así que cabe esperar su diana en los partidos restantes. No llegó, pues, el cinco al marcador pero sí el primero y último del Valladolid. Manucho, viejo conocido al que el celtista le debe mucho, cabeceó a la red de Yoel en la única jugada trenzada de los de JIM. Demasiado tarde y con demasiado poco. No se jugó mucho más pero sí se cantó. Entre rianxeiras, maruxiñas y olas fueron pasando los minutos de una fiesta merecida. El Celta, infartado en la temporada anterior, observará desde arriba la lucha por el descenso. Con tranquilidad y con la satisfacción del trabajo bien hecho. Poco más se le puede pedir a esta temporada.


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