Fin de fiesta


FARO DE VIGO

Sólo las matemáticas discuten la realidad. El Celta, condenado únicamente al descenso en 1 malévola combinación entre 10.000, cerró anoche su permanencia en Primera con una victoria incontestable ante un Valladolid que huele a cadáver. Los de Luis Enrique, sin la necesidad del triunfo pero obligados por su propia identidad, prefirieron no especular y salir al ataque desde el minuto inicial, destruyendo cualquier tentativa pucelana de sacar petróleo del viejo Balaídos. A los blanquivioletas no les dio siquiera tiempo a demostrar quién se jugaba más en el envite. Fueron arrollados de principio a fin por una locomotora celeste que regaló a su hinchada una noche de divertimento para cerrar la temporada más tranquila que se recuerda a orillas del Atlántico en los últimos tiempos. Restan tres jornadas para la conclusión y el pescado ya está vendido. Toca disfrutar.
   
En un encuentro casi perfecto, muchos son los nombres a destacar. Sería injusto olvidarse de alguno, pero más aún no señalar al más brillante de todos ellos. Hablo de Orellana, ejemplo inequívoco de lo importante que es la confianza personal en el fútbol. El chileno jugó, sin lugar a dudas, el mejor partido como jugador celeste. Dinámico, participativo, sacrificado, eléctrico, desequilibrante y decisivo con dos asistencias de gol que sentenciaron el choque en un abrir y cerrar de ojos. Sólo el gol se resistió a una noche sublime. Su recuperación del ostracismo ha sido una de las grandes noticias de la temporada. Mérito suyo y también de Luis Enrique. Ya no hay dudas: el Poeta, como el Celta, ha demostrado ser de Primera.
   
La otra figura de la noche fue Levy Madinda. El gabonés, relegado a suplencias y minutos intrascendentes a lo largo de la campaña, siempre ha ofrecido un notable rendimiento cuando ha gozado de oportunidades. Anoche, en una nueva ocasión ante la ausencia de Álex López, no defraudó desde la posición de volante izquierdo, leyendo bien el partido y aprovechándose de su posición entre líneas para castigar una y otra vez al frágil aparato defensivo pucelano. El año próximo debería adquirir más protagonismo. Fútbol tiene de sobra.
   
La versatilidad y seriedad de Jonny, la reedición de la mejor versión de Charles, el idilio goleador de Nolito, la jerarquía de Fontás o la maravillosa adaptación de Krohn-Dehli al pivote merecerían ocupar líneas y líneas. También Luis Enrique, quien fiel a su estilo ha conseguido el objetivo marcado con tres jornadas para la conclusión gracias a la fe ciega en una idea, la cual no ha variado a pesar de la multitud de críticas recibidas en su momento. Ha sabido mantener su ideología, incorporando matices y corrigiendo defectos. Todo ello, unido a una sobresaliente preparación física –llama la atención lo entero que llega el equipo al tramo final de competición en comparación con sus rivales-, permiten al Celta alcanzar su cénit en el momento clave del curso.

El cielo seguirá siendo celeste una temporada más. Por tercer año consecutivo, Vigo tendrá un equipo en Primera División. Es tiempo ahora de disfrutar de las últimas jornadas, perseguir el ambicioso objetivo de quedar entre los diez primeros y planificar detalladamente el curso que viene. Por suerte, esta vez, tendremos el privilegio de ver los toros desde la barrera. Una delicia.

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