![]() |
CARLOS BARBA |
Propósito casi cumplido.
El embrujo andaluz no faltó a su cita con el Celta y regaló la quinta victoria
de la temporada más allá de Despeñaperros. Triunfo que sirve para certificar
virtualmente la permanencia a falta de cuatro fechas y encarar el tramo final
de campaña con mucha más tranquilidad que el curso pasado. Después de 34
jornadas, el objetivo de los 40 puntos es ya una realidad y sólo falta que las
matemáticas corroboren definitivamente la salvación. El sufrimiento ha merecido
la pena. El fútbol ha terminado reconociendo las virtudes de los de Luis
Enrique, un equipo valiente, atrevido y leal a la pelota, demasiado apasionado
e inocente en ocasiones, pero fiel a sus principios desde el pitido inicial de
la competición.
Así fue también en Almería, donde los
celestes plantearon un partido a tumba abierta, fiado a un intercambio de
golpes que, en condiciones normales, beneficiaría al mayor potencial ofensivo visitante.
Arriesgada apuesta de Luis Enrique, al que le sobran bemoles y le faltan
mediocentros. Krohn-Dehli recuperó el puesto perdido en Vallecas y ofreció la
versión de siempre. Concedió un plus extraordinario en ataque, a donde el Celta
llegaba cómodo y con peligro, pero sufrió extraordinariamente en defensa,
partiendo al equipo y permitiendo la estampida almeriense. Lo pasaron mal
Cabral y Fontás, indolentes ante el pelotazo local y el ímpetu de Rodri. El
Celta, con el partido controlado, perdía por momentos el control. Dominaba e
intimidaba, pero concedía más de lo que debía. Marcaba, perdonaba y recibía.
Innecesario sufrimiento ante tal superioridad.
Luis Enrique se dio cuenta y ajustó el
mecanismo defensivo en el entretiempo. Sobraban piernas para el despliegue,
pero faltaban para el repliegue. Madinda entró por Álex López y el partido se
acercó más a la realidad. El Celta, con muchos más argumentos que su rival,
encontró el equilibrio y dominó el juego de arriba abajo. Seguía llegando con
peligro, pero apenas sufría. Orellana se
puso el chaqué y regaló el gol a Charles y la sentencia a Nolito. Le sobró
tiempo incluso para anotar el cuarto. Partido cerrado y victoria en la mochila.
Cinco de cinco en Andalucía. Nadie lo había hecho hasta ahora. Bulería.
En la felicidad celeste hay que destacar un
nombre, también andaluz. Nolito llegó en verano como una estrella y, salvo
contadas noches de brillo, se apagó al ritmo que crecía Orellana. Se fue al
banquillo, castigado por un Luis Enrique que no entiende de nombre ni
currículum. Volvió comprendiendo que el fútbol exige correr en las dos
direcciones, ayudar abajo y decidir arriba. Hoy es el futbolista que todos
esperaban, el máximo goleador y el hombre más determinante en el área rival. Ha
sostenido al Celta en la ofuscación goleadora del final de temporada y se ha
ganado el aplauso que silencia las merecidas críticas anteriores.
Otro que merece reconocimiento es Luis
Enrique. El Celta, su Celta, acaba de alcanzar los soñados 40 puntos a cuatro
jornadas de la conclusión. Merece el posesivo porque ha construido un equipo de
autor, conocedor de su estilo y fiel a él. Con el técnico asturiano, los
celestes han encontrado una identidad innegociable a continuar en los próximos
años. Todo el mundo sabe ya a lo que se juega en Vigo. Ha tenido errores, como
la montaña rusa defensiva del primer tercio o las dificultades en Balaídos,
pero la calificación de su trabajo no debería bajar del notable al finalizar la
campaña. Su continuidad un año más, a fin de paliar los defectos y seguir
creciendo, sería una excelente noticia.
Ahora llega el Valladolid, última parada para asegurar la salvación. Si bien parece difícil que Almería, Getafe e incluso los propios pucelanos reviertan la ventaja, estaría bien redondear la temporada con un triunfo en Balaídos que evite cualquier contratiempo. La afición se merece una alegría y el derecho a disfrutar plenamente de las últimas tres jornadas, con dos salidas estimulantes a Pamplona y Valencia, además de un jugosísimo recibimiento al Real Madrid.
0 comments:
Publicar un comentario