En el nombre del padre y del hijo


Foto: Ricardo Grobas
Podrían ser padre e hijo -Mario Bermejo tiene 35 años y Santi Mina, 18- y ayer formaron una pareja perfecta para que el Celta no notase la ausencia de Charles Dias, al que Luis Enrique dejó en el banquillo con la máscara que protegía su nariz rota por precaución.

Ante este contratiempo, el Celta ha vuelto a encontrar la solución en casa. Luis Enrique recurrió a Bermejo como delantero centro. Y cuando el veterano atacante se cansó de correr, el técnico le dio una nueva oportunidad a Mina. Los dos contribuyeron especialmente a que el conjunto celeste obtuviese un meritorio empate, que supo a triunfo, ante un rival que jugó con superioridad numérica la segunda parte. El primero provocó el penalti que lanzó Nolito y el segundo logró el empate final.

A pesar de una diferencia de edad de 17 años, Bermejo y Mina manejan las mismas claves en el fútbol: trabajo y compromiso con el equipo. Son argumentos que repiten en sus declaraciones públicas y que están en sintonía con lo que perciben de ambos los aficionados. El celtismo los tiene entre sus favoritos. Desde ayer, con muchos más motivos.

El cántabro es el mejor maestro que podía encontrar el vigués para crecer como futbolista. Ayer, Bermejo estaba emocionado por volver al equipo titular. Casi un año había pasado desde la última vez que apareció en el once céltico. El 22 de abril de 2013 el Celta recibía al Zaragoza con la necesidad de sumar los tres puntos para no descender. Cuando en Balaídos ya se esperaba un empate, Bermejo acudió al área para marcar un gol imposible: la bermejinha. Falló el remate con el pie derecho pero el balón tropezó en el izquierdo, sobre el que se apoyaba, y se coló en la portería de Roberto.

Semanas después se despedía de la temporada por una grave lesión de rodilla. Tras recuperarse y jugar los restos de algunos partidos, Bermejo lució ayer el brazalete de capitán y se entregó a una dura pelea con Íñigo Martínez, que a la media hora vio la tarjeta amarilla en una acción con el cántabro. Y apenas cinco minutos después, el céltico era derribado por el defensor de la Real en el área y el Celta empataba un partido que se le ponía cuesta arriba.

Cuando a la hora de partido se fue medio desfallecido por el esfuerzo realizado, Íñigo Martínez respiró tranquilo. No esperaba el zaguero vasco que se encontraría a continuación con otro como Bermejo, pero de 18 años y con un golpeo de balón excelente. El primero que le llegó a Mina en condiciones lo estampó en la portería de Bravo, ante la sorpresa de toda la defensa del conjunto donostiarra.

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