El 'EuroCelta' y su goleada al Benfica


Los finales de los años 90 dejaron una huella imborrable en el norte de España. En Vigo, en concreto. El 'EuroCelta' se hacía un nombre en Europa mientras deslumbraba con su juego y hacía caso omiso a la historia. No respetaba galones ni tradición y arrollaba a sus rivales, ya fueran recién llegados -como ellos- a la competición continental o equipos de enorme peso. Así ocurrió con el Benfica un histórico 25 de noviembre de 1999.Los finales de los años 90 dejaron una huella imborrable en el norte de España. En Vigo, en concreto. El 'EuroCelta' se hacía un nombre en Europa mientras deslumbraba con su juego y hacía caso omiso a la historia. 

No respetaba galones ni tradición y arrollaba a sus rivales, ya fueran recién llegados -como ellos- a la competición continental o equipos de enorme peso. Así ocurrió con el Benfica un histórico 25 de noviembre de 1999. "Estos partidos son siempre inolvidables, Aquí tienes que vencer y, si puedes, machacar". La contundente afirmación de Karpin se convirtió en una preciosa premonición. El Celta había llegado a los dieciseisavos de final de la Copa de la UEFA y enfrente tendría al todopoderoso Benfica. Los Poborsky, Maniche, Nungo Gomes y compañía amenazaban al equipo de Víctor Fernández, en plena época de renovación.

El técnico maño tuvo que lidiar con el adiós de Mazinho o las salidas de Míchel Salgado y Juan Sánchez. Llegaron esa temporada los Giovanella, Gustavo López, McCarthy o Juanfran. El resultado fue un equipo con un sistema muy claro (4-3-3) en el que Mostovoi llevaba las riendas. El doble pivote formado por Giovanella y Makelele ofrecía libertad al ruso, que encontraba dos estiletes en las bandas con Karpin y Gustavo López. Únicamente el sudafricano McCarthy decepcionó en una temporada que quedará por el recuerdo por noches como la de ese 25 de noviembre en Balaídos.

El Benfica no estaba solo. 9.000 portugueses se habían desplazado a la ciudad vecina para apoyar a su equipo. No lo hubieran hecho de saber la que se les venía encima. El Celta fue un auténtico rodillo. En 61 minutos, el conjunto gallego le había metido seis a uno de los grandes de Europa. "El Celta también era un grande porque jugábamos bien, estábamos arriba, siempre a punto de ganar algo", recuerda Mostovoi.


La vaselina de Turdó
Karpin abrió el marcador de penalti, Makelele hizo el segundo y Turdó, que hizo dos tantos, dejó una vaselina sublime para éxtasis de los aficionados gallegos. Juafran, a la salida de un córner, nuevamente Karpin y Mostovoi cerraron el inédito resultado.
"Esto ha sido una pasada". Esa fue la primera frase que salió de la boca de Víctor Fernández en la zona mixta de Balaídos. El entrenador del Celta, estupefacto por lo vivido aquella noche, hasta dudó en ir a saludar a su homólogo en el banquillo portugués, el mito Jupp Heynckes. "Me dio corte saludar a Heynckes al final del partido; en momentos como ese no hay palabras ni hay mensaje posible", aseguró.

No fue la única noche mágica vivida aquella temporada. En octavos sería la Juve quien recibiría un duro correctivo (4-0). En cuartos, sin embargo, se acabaría el sueño ante el Lens. El sentir general lo resumió años más tarde el técnico de aquel Celta. "Balaídos era una fiesta permanente, porque nuestro juego causaba admiración en España y Europa. Aquel grupo de futbolistas eran magníficos y la pena fue no verse premiados con un título".

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