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Foto: José Lores |
El celtismo demostró una vez más el viernes su apoyo incondicional a su equipo, pues era consciente de la importancia de los tres puntos que estaban en juego ante un rival directo por la permanencia en la máxima categoría.
La demostración de fidelidad al equipo gallego comenzó mucho antes del inicio del partido ante el Málaga. Decenas de seguidores se concentraron a media tarde en las inmediaciones de Balaídos para recibir con bengalas el autobús que trasladaba a los jugadores y al cuerpo técnico hasta la puerta de los vestuarios.
La quedada se había promovido horas después de que los célticos venciesen al Levante. Los tres puntos conseguidos en el Ciutat de Valencia situaban al Celta al pie de la permanencia: el gran objetivo de la temporada para un equipo que el curso pasado salvó la cabeza en la última jornada.
Como ocurrió en la recta final de la campaña pasada, la afición quería mostrarle a su equipo que no caminará solo en esta travesía hacia la salvación. Ninguno de los jugadores que vivió aquellos extraordinarios recibimientos en la calle Manuel de Castro, con el autobús oculto por el humo multicolor de las bengalas, olvidará tan emotivos días.
Carlos Mouriño señalaba la semana pasada que el actual Celta no sería el mismo sin la afición. Esa que en un número de 7.000 aguantó el calvario de los primeros años en Segunda y que fue creciendo hasta reunir a los más de 22.000 actuales.
Desde el primer minuto, Balaídos se entregó a la causa de los de Luis Enrique. Y no decayó el ánimo a pesar de los goles de Camacho en la portería de Yoel. Da igual que esta temporada el equipo haya ganado solamente tres partidos en casa. El celtismo está dispuesto a perdonarle todo. Eso sí, espera que sus jugadores no le hagan pasar tanto sufrimiento como hace un año, cuando a falta de dos jornadas estaba con 31 puntos cerrando la clasificación. Esta vez queda mucho margen para asegurar la permanencia. Habrá más quedadas.
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