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Foto: Pau Bellido |
"Ha sido una conducta penal alevosa porque la persona que lanzó el bote lo quiso hacer de forma forzada y con toda la intención. Llevó el bote al estadio con la intención de tirarlo al campo. También es un delito de riesgo porque se pone en peligro a mucha gente en un espectáculo público. Además, es un delito de lesiones si asistieron a personas con problemas", explica el abogado Tomás Santodomingo en referencia a los incidentes del sábado en Villarreal.
El autor del lanzamiento del bote de gas en El Madrigal se enfrenta, si finalmente es detenido, a una pena de cárcel de dos a cuatro años. "Hay que tener en cuenta que se trata de un espectáculo deportivo, en el que puedes crear un peligro inminente. Porque la gente en Villarreal salió del estadio ordenadamente, pero pudo cundir el pánico, provocando una avalancha", añade Santodomingo. En avalanchas, el fútbol tiene ejemplos gravísimos, como las tragedias de Heysel o de Hillsborough, con 39 y 96 fallecidos, respectivamente.
El uso de botes de gas lacrimógeno no es habitual en los estadios. De hecho, en Villarreal todos creyeron que se trataba de un bote de humo, inocuo, como los que utiliza el celtismo en los recibimientos al equipo antes del comienzo de los partidos en Balaídos.
En 1999, las selecciones de Yugoslavia y Croacia, países enfrentados en la guerra de los Balcanes, volvieron a coincidir en un campo de fútbol, en un ambiente de gran tensión en Belgrado. Botes de gases lacrimógenos cayeron sobre el campo, creando una gran nube tóxica. En España, una acción semejante se produjo en un partido de fútbol sala, el que enfrentó en 2002 al Boadilla y al Móstoles. El sábado, el Celta vivió otro extraño incidente.
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