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Foto: Carme Ripolles |
Salvajadas a parte, el Celta certificó en el partido de ayer
algo que ya se intuía: las permanencias se firman desde atrás. Y desde la
vuelta de Navidades que este equipo defensivamente es otro. No nos cansaremos
de decirlo. Porque da gusto ver que cada jugador se compromete a ayudar al de
al lado y da gusto ver cómo ninguno de los celestes dan un balón por perdido. En
el resto del juego no se pide la excelencia, por mucho que Rafinha se empeñe en
desempolvarla. El Villarreal era superior y eso se sabía ya desde el partido de
ida.
Los de Marcelino están muy mecanizados. Con Bruno Soriano,
un mediocentro en plenitud, manejando a su antojo los tempos de un partido que
se teñía de amarillo a partir del minuto veinte de la primera parte. Bien es
cierto que no fue hasta las postrimerías del encuentro que el Villarreal creó
verdadero peligro para la puerta de un Yoel por fin seguro en su área, pero que
los castellonenses dominaron el encuentro es un hecho.
Con todo, los del Lucho salían bien a la contra en cuanto
podían quedándose siempre a un paso de la ocasión clara. El asturiano dejó una
vez más a Borja Oubiña en el banco pero sabedor de la importancia que tenía el
músculo en esa parcela situó a un fenomenal Fontàs como pivote. Aunque la
salida del balón se resintió lo suyo, el central catalán se cansó de robar
balones y achicar defensivamente las pérdidas de sus compañeros. Los que
tuvieron más problemas, merced a dos cartulinas amarillas casi consecutivas,
fueron Cabral y Aurtenetxe. La pareja de centrales que inició el encuentro dejó
más dudas que la que formó el vasco con el debutante Iñigo López. Fenomenal
segunda parte la suya demostrando su valía en el juego aéreo.
Poco Celta hubo y mucho Villarreal. O no tanto, porque
cuando Rafinha arrancaba desde la banda derecha el peligro era palpable. Se
echaba de menos a Charles, aunque Santi Mina fue quien dispuso de las ocasiones
más claras en la segunda parte. Suspirando por Welliton, quien a este paso
jugará los amistosos post-temporada. Entre contra y contra y defensa tras
defensa, se llegó a los minutos clave de un partido que otrora se hubiera
torcido. Pero Perbet perdonó y Álex López comandó. Muy bien el ferrolano en los
minutos de los que dispuso, mejorando con mucho a un gris Krohn-Dehli en la
noche de ayer.
Suyo fue el centro de la primera jugada de ‘estrategia’ que
surte efecto en esta temporada sin ser un córner. Y pasó algo impensable, fruto
de esa dinámica positiva en la que anda inmerso el equipo. Fabián Orellana, un
Hobbit entre los centrales del equipo rival, asomó su cabecita para peinar el
balón y crear el éxtasis por la guerra del partido. Ver para creer: Orellana
lleva dos goles de cabeza esta temporada frente al solitario gol que el
delantero Park Chu-Young marcó en Copa el curso pasado contra el Almería. Tan
increíble como que el Celta se pusiese por delante en el minuto ochenta y pico,
apenas con tiempo para reaccionar.
El que sí reaccionó y se tomó lo de la guerra muy en serio
fue el valiente que lanzó una bomba de gas lacrimógeno cuando el partido se
moría. El Madrigal, normalmente un campo modélico y tranquilo, observaba un
hecho insólito sin culpa alguna al respecto. Claro que, acostumbrados a mecheros y cabezas de
cochinillo, los Manolos le dedicarán un minutito en su parrilla a este inaudito
incidente. Capaces serán, como el lunes pasado a tenor de los insultos sufridos
por Gurpegui, de decir que la afición del Celta es la culpable.
Sea como fuere, el partido se reanudó cuando el Celta se tenía
que haber negado. Tres minutos para el final y los jugadores con el ritmo roto
y con más empuje que cabeza. En esas situaciones, ante el desconcierto, la
clase reluce y brilla. Fue Nolito, peleón en defensa pero desafortunado en
ataque, quien sentenció cuando se cumplía el tiempo reglamentario. Por fin la
falta directa que su bota derecha perseguía se coló entre los tres palos. Golazo
y tres puntos de oro en el bolsillo. La mejoría se hacía patente y el Celta, en
una situación inmejorable a falta de un puñado de partidos, ve la salvación un
poquito más cerca. Quién sabe si ganando al Getafe respiraremos todavía más
tranquilos.
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