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Oubiña se abraza a Luis Enrique en el segundo gol del Celta |
El Celta prolonga su idilio con Andalucía esta temporada. Cuatro visitas a la comunidad y otras tantas victorias, la última en un momento clave para dar un salto de gigante hacia la tierra media de la clasificación y romper, así, la mala racha a domicilio de los olívicos, que no ganaban desde su visita al Sánchez Pizjuán del 2 de noviembre. Se antoja clave para un equipo que quiere evitar el descenso enlazar dos triunfos consecutivos, algo que se le había resistido al Celta hasta ayer y que le había impedido soltarse. La fe de Augusto para buscar el fallo de Roberto tras el centro de Krohn-Dehli debe ser el credo a seguir por todos sus compañeros para intentar mantener la inercia positiva. La afición céltica tiene razones para creer: la progresión de Rafinha, el trabajo de Orellana y el comportamiento de sus dos laterales, que siguen siendo un seguro de vida.
un equipo inestable
Parece que se ha instaurado la norma en el Celta de empezar los partidos despistado, incapaz de hacerse con el control del balón mientras el Granada buscaba encarrilar el encuentro. Ayudó esta vez también la pésima elección de tacos de los jugadores célticos, que no pararon de resbalar durante toda la primera mitad, facilitando la labor en la recuperación del Granada, que no presionó arriba esperando encontrar el balón en línea de tres cuartos para meter velocidad a sus acciones.
día negro
A lo largo de su trayectoria, se pueden contar con los dedos de las manos las veces que Borja Oubiña ha sido sustituido por una decisión técnica, sin lesión de por medio. El capitán céltico naufragó durante el encuentro en Granada. Desde el pitido inicial, al vigués no se le vio cómodo y el Celta lo notó a la hora de trenzar las jugadas ofensivas al no encontrar la vía de salida por el centro. Oubiña se mostró durante la hora que estuvo sobre el césped muy impreciso, fallando envíos sencillos. A causa de uno de sus errores llegó el saque de esquina que propició el tanto del empate de El Arabi. Con treinta minutos por delante y consciente de que no era su día, Luis Enrique tomó la decisión de mover sus piezas y adelantar a Fontás, tocándole a Oubiña ver el final del encuentro desde el banquillo, una situación inusual. El cambio mejoró al Celta.
luces y sombras
Con el campeonato entrando en su fase decisiva, se va haciendo cada vez más evidente la diferencia de nivel entre el sistema ofensivo y el defensivo. El Celta entró mal en el encuentro pero poco a poco se fue haciendo con el control, mientras el Granada esperaba con sus líneas juntas. En un córner sacado en corto, la magia de Rafinha aparecía para desarbolar a Brahimi y poner un centro medido a la cabeza de Cabral, que tras un buen movimiento, batió a Roberto con un cabezazo. El gol dejó tocado al Granada, que no encontraba la forma de crear ocasiones pero que se encontró con el regalo en cadena que comenzó Oubiña y que continuó con el mal marcaje de Cabral, héroe unos minutos atrás, sobre El Arabi, que cabeceó prácticamente sin oposición para empatar. De nuevo, el Celta dejaba escapar por atrás lo que ganaba por delante.
mateu, a lo suyo
Desconcertante la actitud de Mateu Lahoz, capaz de cambiar de una parte a otra su criterio para señalar faltas y mostrar tarjetas. El valenciano comenzó el choque sin dejar pasar una a los dos equipos pero poco a poco, especialmente tras el descanso, cambió de registro y comenzó a castigar al Celta, que salía mal parado en todas las jugadas.
ida y vuelta
Con el paso de los minutos, el cansancio en los dos equipos iba haciendo mella y cada vez había más espacios. Tanto Celta como Granada buscaban sorprender pero les faltaba tino en los metros finales. Nolito, desubicado en la derecha, la tuvo al empezar la segunda parte pero estuvo muy lento; Brahimi o Buonanotte también se equivocaban después.
la fe mueve montañas
Cuando todo parecía encaminado al empate, llegó la jugada decisiva. Augusto intentó poner un balón a Mina que despejó Mainz. Krohn-Dehli, intentando hacer la guerra por su cuenta se coló buscando un centro que parecía fácil para Roberto. El gallego no acertó a blocarla y su despeje quedó muerte. La fe de Augusto, que había iniciado la jugada, hizo el resto para llegar y empujar el balón a gol y al Celta a la tranquilidad.
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