Era un 24 de febrero de 2004. Galicia disfrutaba del Entroido. El Celta afrontaba una nueva fase en la Champions League. Su recorrido en la máxima competición continental había sido una lección de supervivencia. Logró superar el denominado "grupo de la muerte" en el que estaban Milan, vigente campeón, y el Ajax de Ibrahimovic, Sneijder y Van der Vaart. Ahora se sumaba un nuevo escollo. No era una piedra, sino una roca. Uno de los conjuntos más en forma del continente y, para muchos, el gran favorito para levantar "la orejuda".
El Arsenal de Wenger pondría a prueba a un Celta que quería olvidar en la Liga de Campeones sus problemas en la competición doméstica. Los "gunners" eran un coloso, el gran "coco" de aquellos octavos de final. El equipo vigués afrontaba la cita como la forma perfecta para coger moral de cara a la competición doméstica. Con Lotina destituido, Radomir Antic estaba ante el partido perfecto para que sus hombres encarrilasen el rumbo y no se metiesen en el drama en el que acabaría acabando aquella temporada.
El celtismo saboreaba la Champions desde el día previo al choque ante el "Goliat" continental. Las calles se llenaban de centenares de aficionados del Arsenal. Muchos intercambiaban camisetas. Los "gunners" buscaban su primer cetro europeo. Su trayectoria en la Premier League era inmaculada. Acabaron conquistando la competición doméstico sin perder ningún partido. El "método Wenger" estaba en su momento cumbre. Henry, Vieira o Ljungberg eran los líderes de aquel colectivo al que se acababa de incorporar José Antonio Reyes, uno de los talentos más prometedores del fútbol español en aquel entonces.
El himno de la Champions sonaba en Balaídos aquel 24 de febrero de 2004. Lo haría por última vez El Celta, que recuperaba a Mostovoi, dio la cara. Acabó cayendo por la mínima en un emocionante encuentro en el que los "gunners" lograron ir siempre por delante en el marcador. "Los Edu" fueron los protagonistas. El jugador del Arsenal abría el marcador pasado el primer cuarto de hora al aprovechar una acción a balón parado. En menos de diez minutos respondía el "19" celeste. Un buen testarazo del brasileño ponía de nuevo las tablas en el marcador.
El conjunto vigués encajaba bien los golpes. El colegiado, el sueco Anders Frisk, obviaba dos penaltis cometidos sobre Sylvinho y Mostovoi. El Celta recordaba al de las gestar europeas. Sin embargo, la pegada del Arsenal pasaba factura. De nuevo Edu ponía a los londinenses por delante. Llegaba el momento para el "héroe de San Siro". José Ignacio aprovechaba un lío en el área para empatar el encuentro. Poco después, Robert Pires declinaría la balanza. El galo anotaba el tanto de la victoria cuando restaban diez minutos para la conclusión.
El Celta llegaría con vida al partido de vuelta. La situación en Liga no se revirtió. La historia, el desenlace de aquella temporada es conocido por todos. No obstante, aquel 24 de febrero, hace hoy una década, Balaídos era la sede de la última noche viguesa en la Champions League. En pleno Entroido, el intento de ser "David" acabó siendo sólo un disfraz.
Carlos I. Castrillón / Faro de Vigo
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