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ÓSCAR VÁZQUEZ |
Para enmarcar. Así se puede catalogar el partido de un Celta
que superó todas las expectativas y desdibujó a un equipo Champions que días
atrás había complicado la vida a todo un trasatlántico como el Real Madrid. El
león, acostumbrado a devorar a todo aquel que ronde sus proximidades, se vio
desbordado ante el torrente de fútbol celeste, fundamentalmente en una primera
parte exquisita en la que los de Luis Enrique desplegaron el mejor fútbol de la
temporada. Faltó el premio, ese gol que se le resistió a Charles y a Rafinha y
que acarició Bermejo en el último suspiro. Casi mejor que no haya entrado el
cabezazo. Balaídos, desbordante de alegría por el fútbol de su equipo, quizás
no hubiera soportado una explosión de júbilo semejante.
Si algo impone
respeto del Athletic Club es la intensidad que imprime al juego. Contra todo
pronóstico, Luis Enrique decidió combatirla con el centro del campo más
ofensivo que se recuerda, sacrificando a Augusto Fernández y Borja Oubiña y
apostando por Krohn-Dehli como pivote único. Qué decir que salió de maravilla.
Más que nada porque el danés no fue el danés. En su mejor partido en mucho
tiempo, el de Copenhague unió a su habitual calidad técnica esa chispa de
intensidad que siempre se le echa en cara. Con ella, estuvo en todas partes, y
en todas estuvo bien.
Por momentos del
primer tiempo, el Celta embotelló al Athletic en su área fruto de una presión
terrorífica en campo rival como pocas veces se recuerda. Los ataques morían en
el área rojiblanca y poco menos que era allí donde empezaban. Charles, Orellana
y Mina, acompañados por el trivote de la medular, ahogaban a los leones en
pocos metros. El partido era celeste y sólo faltó el gol para hacer justicia.
De los bilbaínos apenas hubo noticias en el área de Yoel.
Cuatro hombres
merecen punto y aparte en el análisis. El primero, Rafinha, hoy por hoy líder
ofensivo de este equipo y generador de diferencias. Pocos conjuntos de la zona
baja de la tabla tendrán un futbolista de su nivel. Superlativo, él solito se
merendó al centro del campo rival. El segundo, Orellana, quien sigue
sorprendiendo con su particular metamorfosis camino de Brasil. Intenta todo y
le sale casi todo. El tercero, Charles, de nuevo al nivel de los primeros
partidos del curso. Batallador, sublime de espaldas a puerta y con la portería
entre ceja y ceja. Y, por último, Jonny, dueño y señor del carril izquierdo. Ha
tapiado un muro en su perfil y cada día se atreve más en ataque. Lateral de
presente y futuro.
El tiempo corrió
sin gol y los minutos se echaron sobre las piernas. Los cambios, con función
refrescante, no surtieron el efecto adecuado. Augusto no se encontró y Nolito
hace ya tiempo que se ha perdido. Su recuperación es la pieza que le falta al puzle
celeste. Bermejo, en cambio, regaló esfuerzo y emoción en los cinco escasos
minutos que estuvo sobre el verde. Ejemplo de un equipo que, tras no poder
ganar, supo no perder. Solidaridad y esfuerzo marcaron los últimos instantes de
un partido que, al igual que como empezó, murió en el área visitante.
Cinco puntos sobre
el descenso, tres encuentros sin perder, sólo una derrota en los últimos cuatro
y 10 puntos de 18 tras las Navidades. La evidente línea ascendente celeste
encuentra ahora un obstáculo en Villarreal, rival de enjundia que exigirá una
versión como la mostrada anoche. Puntuar es muy recomendable para no romper la
dinámica de un equipo que por fin semeja confiado y que en los últimos tiempos
viene desarrollando el fútbol que desde principios de curso recorría la cabeza
de su entrenador. Luis Enrique está consiguiendo construir un conjunto rico en
alternativas ofensivas y cada vez más sólido y solidario en defensa. Queda
mucho, pero, por fin, parece que la cosa marcha.
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