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R. GARCÍA / EFE |
Cayó la niebla en Valladolid, concediéndole un ambiente
tétrico al partido que no hacía presagiar nada bueno. Tal cual. En un abrir y
cerrar de ojos engulló a un Celta impreciso pero vivo, que venía de un primer
tiempo vulgar tirando a flojo en el que, sin embargo, había dispuesto de las
mejores oportunidades ante un rival pobre en ideas e inquietante a balón
parado. Teixeira Vitienes, referente de esa estirpe de árbitros de poco fútbol
y muchas cámaras, quiso salir en portada. Expulsó a Charles más por deseo que
por obligación, en una jugada en la que Mariño buscó premeditadamente en el
saque al delantero brasileño, para redondear una noche cargada de pequeñas
decisiones tan inexplicables como desesperantes. Entonces, como empieza a ser
tónica habitual, los de Luis Enrique se evaporaron. Guerra, siempre de dulce
ante los celestes, hizo el resto.
Es difícil explicar
cómo a un equipo puede afectarle tanto la pérdida numérica de un futbolista.
Más que uno, parece que supone perder a cinco. Al margen de la ineptitud al
silbato, la tercera expulsión de la temporada tuvo consecuencias idénticas a
las anteriores. Ante el Betis, con 0-2 en el electrónico, la roja a Oubiña en
los minutos finales costó un gol y acercó otro en la última jugada del
encuentro. Frente a la Real Sociedad, más cercana en el tiempo, echó por tierra
el 2-3 en un suspiro. Ayer, sólo hicieron falta 5 minutos para que el
Valladolid pusiese tierra de por medio. Pasó el curso pasado ante Rayo Vallecano
y Real Sociedad. Entendible que afecte, incomprensible que desintegre de tal
manera a un equipo.
Hasta entonces, el
partido no estaba siendo nada del otro mundo. El Celta, excesivamente fallón,
no lograba controlar el duelo. Tampoco sufría ante la incapacidad creadora de
un Valladolid que sólo genero peligro desde la esquina. Cabral, el mejor de la
noche, subsanó cualquier escape, especialmente los que llegaban desde la banda
de un Aurtenetxe poco acertado. Pasan las jornadas y Luis Enrique no encuentra
al lateral izquierdo. Quizás allá que ir a buscarlo a Matamá.
En ataque, nublado.
Rafinha y Nolito se perdieron en la línea de cal. Por dentro, Álex López no
estuvo y Augusto sólo surgió en los minutos finales con ya todo perdido.
Charles, batallador, se inventó dos oportunidades que inquietaron a Mariño. Sin
hacer un buen partido, daba la sensación que con un poquito más de fútbol, con
algo más de pausa y precisión, el choque podía pintarse de celeste. Pero bajó
la niebla, y con ella los elementos, y no pudo ser.
Con un marcador exagerado que no sólo estropea la jornada sino que complica sobremanera el goal-average, toca pasar página. La Copa, con el tropiezo, queda en un segundo plano. El domingo espera Osasuna, sin Arribas ni Silva. Bajas tan importantes como las del Celta, privado de Charles y de un Hugo Mallo que cometió la tontería de la noche ganándose una amarilla que lo retira de la liga hasta enero. Partido vital para cerrar el año con una sonrisa y con cierto colchón sobre los puestos de descenso. Ayer, ante la oportunidad de despegarse de la línea roja, el Celta volvió a quedarse enganchado en ella. No es la primera vez que pasa, también la temporada pasada. Cuando parece que puede despegar, le falla el motor. Habrá que sufrir, no queda otra. Como se dice en las películas, “es nuestro destino”.
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