El Análisis: Real Valladolid


MARCA
Decimosexta jornada del campeonato nacional de liga, la octava del Celta a domicilio tras caer ante Athletic, Getafe, Atlético de Madrid y Real Sociedad, y conquistar Andalucía con sus triunfos en el Benito Villamarín, la Rosaleda y el Sánchez Pizjuán. En esta ocasión, visitan los celestes el nuevo estadio José Zorrilla, feudo del Real Valladolid. El conjunto pucelano, 13º en la clasificación histórica de la competición sólo un puesto por detrás del Celta, ha militado 42 campañas en Primera División. Una Copa de la Liga, la de la temporada 1983/1984, adorna su palmarés. Esa misma campaña, Da Silva logró uno de los 2 Trofeos Pichichi que posee el club blanquivioleta tras anotar 17 goles. El otro, con 19 dianas, fue logrado por Badenes en la ya lejana 1957/1958.

El José Zorrilla es un estadio talismán para el Celta. Se trata de uno de los pocos escenarios con balance general favorable a los célticos, puesto que allí se han disputado 27 duelos entre ambos en Primera División con 10 victorias locales, 6 empates y 11 triunfos visitantes, anotando los vigueses 38 goles y recibiendo 39. Las últimas seis visitas en la máxima categoría se saldaron con éxito olívico, la mayoría en la época del EuroCelta. Desde la temporada 1998/1999, cuando los blanquivioletas se impusieron por 2-1, los celestes sólo conocen la victoria. El último triunfo tuvo lugar la campaña pasada en la penúltima jornada, cuando un 0-2 con tantos de Cabral y Iago Aspas permitió al Celta llegar con vida al final del campeonato.

Jesús Domínguez, director del portal pucelano www.blanquivioletas.com, será el encargado de analizarnos esta semana al rival del Celta: el Real Valladolid.

"El Real Valladolid según Jesús Domínguez"

El Real Valladolid quiere volver a ser

Solía decir Miroslav Djukic que su equipo quería ser protagonista; ser Valladolid. Que debía tener una personalidad y rasgos definidos, que pasaban por el dominio del cuero, la capacidad de generar peligro en las inmediaciones de la meta rival y, a la vez, por el acierto en la protección de la portería propia.

Pero Djukic ya no está, y su discurso ha pasado a mejor vida. Y no porque el nuevo director técnico haya dado un vuelco a las intenciones de juego, sino porque, desde que Juan Ignacio Martínez es entrenador, el Real Valladolid no se ha encontrado, lo que ha derivado no solo en unas pobres sensaciones, sino en una mala situación en la tabla clasificatoria.

El técnico alicantino fue una apuesta de la dirección deportiva, que tiene al eterno tres blanquivioleta, Alberto Marcos, como máximo responsable. Se le firmó para seguir una línea continuista, en base a lo que de él se había visto cuando entrenaba al Cartagena y a un grupo que apenas había perdido a uno de los titulares del pasado curso, Mikel Balenziaga.

Sin embargo, el ex-entrenador levantinista ha sido hasta la fecha incapaz de dar con la tecla adecuada, en buena medida por la ausencia de dos jugadores capitales como son Víctor Pérez y Óscar González, quienes, por otra parte, podrían volver a una convocatoria en el encuentro del próximo lunes ante el Real Club Celta.

Estas bajas han condicionado al equipo hasta el punto de que el clásico y habitual 4-2-3-1, con el que comenzó la temporada, ha dado paso a un esquema añejo, con dos puntas, con el que si bien Javi Guerra ha crecido, al jugar acompañado de otro delantero y sentirse más suelto sin la obligación de anclarse como referencia, en el conjunto se perciben carencias de índole creativa y asociativa.

El malacitano se ha destapado nuevamente como gran goleador a pesar de la falta acuciante de ocasiones, que se pone de manifiesto en que el Real Valladolid es el equipo que menos dispara a puerta de la Primera División, fruto de la ausencia de un enlace entre la media y el ataque.

Óscar es esperado como agua de mayo para devolver la magia, el último pase y la llegada desde segunda línea a un equipo que también ha extrañado a su creador, un Víctor Pérez que se entiende a las mil maravillas con Álvaro Rubio, el cabecero por antonomasia y faro blanquivioleta.

Junto al mediapunta de mediapuntas, y a la pieza que ensambla con él desde el doble pivote, se echa también en falta el buen nivel mostrado la pasada campaña por Jesús Rueda, mediocentro reconvertido a la posición de central y a quien Juan Ignacio ha decidido cambiar a su perfil inhábil, con la consiguiente ausencia de destreza en la salida de balón, y que Patrick Ebert, la principal estrella del equipo, se ponga el mundo por montera como hacía el curso pasado.

Con todo, es una realidad que el Real Valladolid se encuentra un punto por debajo del año pasado a pesar de contar con un entrenador con más recursos tácticos que Miroslav Djukic, como muestra el hecho de haber visto en lo que va de temporada tres dibujos distintos y varios modelos de juego, y un banquillo más amplio, en el que, sin embargo, se echa en falta un tercer central de la categoría de Henrique Sereno y un recambio de garantías para Óscar y Ebert.

Lo que en verano pareció un acierto, la apuesta por un técnico consolidado y por una plantilla más amplia que la anterior, se ha tornado en un error de planificación basado en la ausencia de un patrón y de unos jugadores que sean capaces de desarrollarlo con entereza y seguridad.

Si Alcatraz, Rama, Osorio o Larsson prometían a priori ser recambios de garantías en la banda derecha y como acompañante de la referencia, hasta el momento no lo han sido, como tampoco han terminado de convencer los esquemas alternativos al conocido 4-2-3-1, o que el equipo, en algunos encuentros, renuncie a la posesión en pos del repliegue o el juego directo.

Reclama la hinchada una continuidad, en el juego más que en el once, que parece ya asentado, por más que se deba reconocer en Juan Ignacio como algo positivo el intento de mejorar a partir de introducir diversas variantes.

Es de esperar –más vale…- que, con el retorno de Víctor Pérez y Óscar, refuerzos atípicos de invierno, el Pucela empiece a carburar de manera definitiva, el 4-2-3-1 vuelva a ser el pan nuestro de cada día y, de verdad, tal y como dijo Marcos en la presentación de su nuevo técnico, no haya más que un Plan A, que pase por tener el cuero y ser protagonistas.

Parece poco probable que esto ocurra ante el Celta de Vigo, empero, por más que ambos se encuentren en la recta final de sus recuperaciones. Salvo sorpresa, ante los de Luis Enrique, el equipo formará con Diego Mariño en la meta, Alcatraz, Valiente, Rueda y Peña en defensa, Rossi y Rubio en el doble pivote, con Bergdich y Ebert en bandas y Larsson y Guerra en vanguardia.

Es, en la portería, donde se ha producido el más sustancial cambio. El joven vigués Diego Mariño mejora, con mucho, a Jaime y –sobre todo- a Dani Hernández, quienes alternaron el pasado curso bajo palos. Con reflejos, seguro por alto y en el uno contra uno, ha perdido nivel con el paso de las jornadas, en parte, porque cada vez el rival ha llegado con mayor facilidad y el equipo ha tenido menos el balón en sus pies, con los que muestra una asombrosa destreza.

Haber cambiado de perfil ha empeorado a Jesús Rueda, peor alternativa en la salida de balón que en el pasado, y, con ello, a Marc Valiente, que debe multiplicarse como central corrector. Carlos Peña ofrece lagunas en defensa, especialmente en los pasillos interiores, y Bergdich no lo mejora en el repliegue. En la zona derecha, Alcatraz podría ver como Rukavina a priori más seguro en labores de contención aunque menos ducho en el disparo y centro, vuelve al once.

La ausencia de Lluís Sastre por sanción provocará, salvo sorpresa, que Álvaro Rubio esté acompañado únicamente de Fausto Rossi. El primero deberá incrustarse entre los centrales como alternativa en la salida y el segundo ser su primer apoyo, así como tratar de hacer lo que hasta ahora no ha logrado a pesar de ser mediapunta, enlazar con solvencia con los delanteros.

Si a alguien está afectando la baja de Víctor Pérez es a Rubio, con quien de cuando en vez intercambia roles. Y si alguien nota la ausencia de Óscar, sin duda es Ebert, que no encuentra el enlace en el que apoyarse en la zona de tres cuartos, cuando viene a tocar al centro. Por ello, debe buscarse la vida en el uno contra uno o mirar directamente al área, hasta ahora sin demasiado éxito. Su par, Zakarya Bergdich, genera peligro por su velocidad y por lo pegado que lleva el balón al pie, aunque carece de técnica suficiente como para encarar mucho y bien.

Y, arriba, la (actual) indeterminación. Larsson es un veloz segundo punta incapaz de desenvolverse como referencia y con un déficit asociativo. Por ello, Guerra se ve obligado a cubrir las dos carencias; a buscar posiciones de remate y, cuando al equipo le falta un pase, intentar darlo él mientras el sueco lanza un desmarque. Algo semejante ocurre con Osorio sobre el césped, pues el colombiano ataca como pocos los pasillos laterales; no así con Manucho, un portento físico que hasta ahora no ha encontrado continuidad, pero que es, de largo, el jugador más difícil de defender del equipo por sus características.

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