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ÓSCAR VÁZQUEZ |
¡Por fin! Cinco meses más tarde, después del éxtasis de la
postrera y agónica salvación ante el Espanyol, Balaídos recuperó la sonrisa. Ya
tocaba. El Celta se quitó un peso de encima con un notable partido ante un
rival netamente inferior. El Almería, de lo peor que ha pasado y probablemente
pasará por suelo vigués esta temporada, no fue oposición ni tan siquiera cuando
se adelantó en el marcador. Los celestes, con una alineación tan innovadora
como arriesgada, vencieron y convencieron en un encuentro diseñado para curar
todos sus males como locatario.
Empezó la tarde con
sorpresa desde el banquillo. Luis Enrique apostó por un once rocambolesco por
el que nadie hubiera confiado. Orellana, defenestrado en verano, sentaba a
Nolito. Krohn-Dehli, con protagonismo minorado en las últimas fechas, relegaba
a Augusto a la suplencia. Y en defensa, el regreso de los cuestionados Toni y
Costas.
Alineación cuanto
menos sorprendente. Salió bien. El equipo jugó y ganó. Maniobra maestra del
técnico a toro pasado. Riesgo innecesario a todas luces. Mantener a toda la
plantilla enchufada es sin duda necesario. Apostar por tus mejores hombres en
partidos clave como el de ayer, también. Las rotaciones, mejor para otro
momento. Futbolistas como Nolito y Augusto Fernández, por calidad y carácter,
tienen que estar en el campo en choques así. La defensa, que continúa sin
encontrar la estabilidad, exige algo más. Lo de ayer bastó para contrarrestar
el pobre arsenal almeriense. Otro día, quizás no sea suficiente.
Imaginar que
hubiese ocurrido con un púgil de mayor envergadura al otro lado del
cruadrilátero no deja de ser fútbol-ficción. A fin de cuentas, la apuesta le
salió bien a Luis Enrique. El Celta mantuvo la buena línea de juego del último
mes y medio (con contadas excepciones como pudo ser el choque ante el Rayo) y
desarboló por completo a un Almería que no inquietó más allá del gol inicial.
Fue un encuentro de reivindicaciones.
Orellana,
desaparecido tras su desembarco en febrero, aprovechó por fin su oportunidad y
regaló un partido de los que ya no se le recordaban. Dinámico, desequilibrante,
con confianza y gol, el que permitió igualar el duelo y calmar los ánimos. El
chileno fue el líder ofensivo del equipo junto a un Rafinha notable, en clara
ascensión camino del buen futbolista que se le presupone. Por delante, el Charles
de las primeras jornadas: batallador, sublime de espaldas a portería e
insistente con un gol que terminaría por llegar en la segunda mitad. Por
detrás, el mejor Oubiña de la temporada, imperial al corte y con criterio en la
distribución, en él moría el juego rival y en él nacía el fútbol propio.
Ocho jornadas ha
necesitado el Celta para desvirgar Balaídos. Liberado de semejante carga, es
momento de volar. Copa del Rey mediante, la visita a Valladolid es idónea para
despegar. Encadenar dos triunfos consecutivos a la espera de cerrar el año
frente a Osasuna sería un espaldarazo tremendo a la confianza de un equipo con
muy buenas maneras pero que todavía no ha conseguido arrancar. La vuelta de
Fontás debe servir para ajustar el sistema defensivo y dotar de solidez a un conjunto
al que hoy no han sabido explotarle su endeblez habitual. Arriba, todo es más
fácil. El equipo ha hecho 6 goles en dos jornadas, 12 en las últimas seis. Si
consigue cerrar el candado y repetir tardes como la de ayer en Balaídos, la
temporada transcurrirá plácida y sin sobresaltos.
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