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Foto: LFP |
Cuando Luis Enrique llegó al Celta, lo hizo precedido de expectación y expectativas. Él era el hombre ansiado y designado por Carlos Mouriño para asentar el proyecto céltico en Primera División, y de paso, conservar el ideario de club de cantera que tan buen rendimiento está dando a los vigueses.
Sin embargo, con un tercio de campeonato transcurrido, la historia no pinta tan feliz como se esperaba. El entrenador asturiano solo ha conseguido sumar tres victorias y otros tantos empates en las catorce jornadas transcurridas, y el Celta o bien se descose por la defensa, o se nubla en los últimos metros. No consigue transmitir una sensación de equipo regular y compacto, y jornada tras jornadas arrecian las dudas respecto a algún aspecto del juego. Ese que debía ir de la mano de las victorias, pero que se ha quedado en tierra de nadie. Por si eso fuera poco, Balaídos, que el curso pasado había sido la guarida del equipo, se ha convertido casi en un lastre, y el Celta ya se ha acostumbrado a flirtear con la zona de descenso.
Almería, Valladolid y Osasuna, o lo que es lo mismo, tres rivales directos en la pugna por evitar la zona roja, son los tres equipos con los que deben jugar los célticos -en Liga- antes de que concluya el año, y en esos nueve puntos puede descansar también el futuro de Luis Enrique. El técnico conserva el crédito del equipo directivo que preside Carlos Mouriño, pero si no se endereza el rumbo, es poco probable que vaya a seguir contando con el respaldo absoluto de los mandatarios, conscientes de que ya el curso pasado jugaron con fuego a la hora de buscar un revulsivo.
Cierto es que el actual Celta se modeló a petición del técnico, y que está contando con carta blanca a la hora de adoptar decisiones. Desde los chavales que suben al primer equipo, hasta el cerrojazo a los entrenamientos. El entrenador tiene todas las facilidades, y ya solo se espera que esa carta blanca se traduzca en resultados.
La visita del Almería, octava oportunidad para ganar en casa, puede marcar un antes o un después. Una derrota enviaría irremediablemente a los celestes a la zona de descenso, acentuando todavía más el pánico escénico que el equipo soporta en Balaídos.
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