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Foto: Kiko Hurtado |
Andalucía es celeste. O al menos de momento. Los mejores
minutos de la temporada están llegando o bien en tierras andaluzas o contra
rivales de la vieja Al-Ándalus. Sea casualidad o no, parece que el equipo
comandado por un cada vez más coherente Luis Enrique Martínez comienza a
respirar. Y lo hace, como no podía ser de otra forma, desde la defensa. Llegaba
el Sevilla de ser goleado en la capital mostrando una fragilidad defensiva que
lastra, y no poco, a los de Unai Emery. Y llegaba el Celta, por el contrario (y
dejando de lado la ficticia realidad mostrada contra el Barcelona), mostrando
mejorías cada vez más evidentes en la zaga.
Es el fútbol, como todo deporte, una concatenación de
circunstancias. Y el partido de ayer, como aquel punto de inflexión lleno de
goles que se dio en Málaga, es buena muestra de ello. La primera de esas
circunstancias tiene nombre y apellido: Andreu Fontás. El central catalán se
afianza y con él crece el equipo. En seguridad, en colocación, en salida de balón.
Demuestra el ex del Barça y del Mallorca que la presencia de Oubiña a su lado
era totalmente estéril. Se despliega el Celta a partir de su buen criterio con
el balón. Incluso se atreve a galopar creando el desconcierto. Ya no duda al
corte, ya no es timorato en el salto, ayuda cuando debe. Hasta el discutido
Gustavo Cabral, desde siempre baluarte por alto, comienza a entonarse a su
lado. Lo dicho: causa-efecto.
La nueva posición de Oubiña, haciendo más de Borja que
nunca, es otro de esos aspectos que evidencian mejoría en el juego. Desde el
mazazo levantino que el capitán vuelve a ser él mismo. Y el medio del campo
celeste, en la noche de ayer, se comió a un desasistido M’Bia. Porque he aquí,
y esto ya ocurrió en Málaga, la clave de este nuevo Celta. Viene de Argentina y
se llama Augusto. Es curioso que el seleccionador de su país, Alejandro
Sabella, prescinda ahora de él. Justo en su mejor momento desde el interior,
posición que le beneficia en el sistema del Lucho por dos razones: su talento y
su trabajo. Desde allí maneja al equipo gracias a su gran toque y también desde
allí desgasta al medio campo rival robando y robando sin parar. Con él ahí el
bueno de Álex López se desencadena: tres goles y sus mejores minutos de la
temporada. No es casualidad.
No fue un partido que el Celta dominase del todo. Pero la
primera parte tuvo mucho de asedio. Solamente creaban peligro los andaluces a
la contra. Raro fue que los vigueses no se fuesen con clara ventaja. Ocasiones claras
y penaltis de Beto no pitados de por medio, la sensación de superioridad no era
plena pero sí que inclinaba la balanza. Los muchos celtistas que se citaron en
el Pizjuán daban buena cuenta de ello. Esta vez se llevaron el premio a su
incansable aliento.
Se lo llevaron no sin sufrimiento, porque es lo que tiene
adelantarse en el minuto dos de la segunda parte. Álex López fue el más atento y Beto quiso
devolver su cinismo con una buena acción. Regaló el balón y se comió el amago
del ferrolano, cuya sangre fría nos heló a todos para explotar de calor
segundos después cuando el balón tocó la red. Lo más difícil ya estaba hecho.
Fue entonces cuando la defensa cumplió y cumplió. El Celta ofreció un partido
serio, de esos que se le escapaban hace no mucho, y no dio opción al Sevilla. Solamente
a balón parado pudieron hacer daño los de Emery en el único despiste de Cabral.
Pero para eso está Yoel, timorato en las salidas pero inmenso en los reflejos. Su
pie derecho amargó al anhelado Vitolo e hizo soñar a los olívicos.
Siempre revolotea la mosca detrás de la oreja en este tipo
de partidos, pero ayer un poco menos. Cuando las cosas se hacen bien lo normal
es ganar. Desde la seguridad defensiva llegó la victoria. Ya había pasado en Málaga.
Delanteros de la talla de El Hamdaoui, Kevin Gameiro y Roque Santa Cruz lo
atestiguan. Estrellas internacionales que se vieron minimizadas por el buen
trabajo defensivo de un Celta que crece. Pólvora sobra. A pesar de que Rafinha
no termine de dar su mejor versión o de que Nolito no tuviera su momento
inspirado en la jornada de ayer. Pero ninguno de ellos rehusó el esfuerzo.
Todos ayudaron en defensa con el afán de crecer en ataque. Ahora solamente
queda seguir la línea contra el Rayo.
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