El gol que cambió la dinámica


Foto: Óscar Vázquez
Vuelve el Barcelona a Vigo siete meses después, y desde entonces muchas cosas han cambiado. En la última visita del conjunto azulgrana, lo recibía un Celta roto después de disputar un derbi que había partido al equipo en dos tras la expulsión de Iago Aspas, saldada con una sanción que dejaba al conjunto entrenado por Abel Resino sin su concurso durante cuatro encuentros. Los fantasmas del descenso planeaban sobre Balaídos justo cuando llegaba uno de los mejores equipos del planeta fútbol. 

Aquel partido, que en apariencia podría dañar aún más a los de Abel Resino, terminó convirtiéndose un clavo ardiendo al que agarrarse para no perder la fe. El Barcelona, con la liga casi sentenciada, llegó a Vigo con el objetivo de que Messi lograse la marca de anotar un gol en 19 partidos consecutivos y seguir con su suma y sigue particular. Poco más. Pero poco le hace falta a los catalanes para llevarse un partido. De hecho, solo con eso habían logrado remontar el gol inicial de Natxo Insa con dos tantos de Tello y Messi y encaraban los últimos minutos con la sensación de que se podrían llevar otro partido fácil a la "butxaca". 

Fue entonces cuando emergió el coraje del Celta, que reluciría en diversos momentos en la recta final del pasado campeonato. Minuto 88, Orellana recoge un balón en banda derecha, coloca un buen centro y Oubiña lo cabecea al fondo de las mallas. Nada pudo hacer Pinto. Los vigueses celebraban el empate, un punto que sabía a gloria y con el que no se contaba a principios de temporada ni cinco minutos antes de concluir el partido. Cuando Mateu Lahoz señaló el final del choque, y mientras se hacía el recuento de los heridos, Abel Resino respiraba tranquilo. Aquel punto tendría su importancia. 

Aquel encuentro tendría su importancia, porque allí empezó a darle galones a Natxo Insa, colocándolo al lado de Borja Oubiña para dotar al centro del campo de mayor solidez y consistencia, un hecho que se convirtió en santo y seña del Celta de allí al final de temporada. Aún hubo malos momentos hasta que acabó el curso. Muchos. De hecho nos dieron por muertos, pero aquel punto y aquella idea futbolística fue la que llevó al equipo a la salvación. Aquel coraje, saber que también nosotros podíamos dar la vuelta a un marcador en los últimos minutos fue vital. Unas semanas después lo comprobaríamos ante el Real Zaragoza. Aquel día, aún sin saberlo, empezó a gestarse la remontada. 

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