El Celta no llega a tiempo


ENRIQUE DE LA FUENTE
Al Celta le faltó mañana en el Calderón. Llegó, sobrevivió y alcanzó la hora de comer con vida. Sin embargo, no le sirvió para llevarse un punto a la boca. Sobrepasado en los inicios por un Atlético superlativo, sólo Yoel evitó la goleada al entretiempo. Tras el paso por vestuarios y el 2-0 local, el bajón físico de los colchoneros unido a la más lógica propuesta celeste permitieron un epílogo en campo rojiblanco. No hubo tiempo para completar la heroica.
   
El empate hubiera sido un milagro visto el primer tiempo. Los de Simeone, con varias marchas más, desarbolaron a un Celta en ayunas. Charles vivía en una isla ante la inoperancia ofensiva de un equipo que se desangraba por el centro del campo. Oubiña no tenía su día, Álex López recordaba a su versión más vulgar y Krohn-Dehli simplemente jugaba a su propio ritmo, varios niveles inferior al de un Atlético motorizado. Luis Enrique tampoco ayudó. Augusto fuera de sitio y Rafinha desaprovechado en banda. Los locales, intensos y aguerridos, no tenían problemas para desactivar los conatos de juego celeste y dominar el encuentro a su antojo. La defensa sufría con la estampida madrileña, encabezada por un Diego Costa espléndido. Sólo Yoel, consolidado ya como el mejor jugador celeste en este inicio de liga, opuso resistencia al torbellino rojiblanco. Secó a Villa y frenó a Costa deteniéndole un penalti. Sostuvo con vida al equipo a pesar del inevitable gol que terminaría llegando cuando no debía hacerlo: al borde del descanso.
   
El regreso de vestuarios trajo consigo un cambio de guión. El Atlético bajó una marcha, lo que no fue impedimento para que ampliara la ventaja poco después de la reanudación. Costas no pudo con Costa. Urgía una reacción y Luis Enrique agitó la pizarra. Mina y sobre todo Nolito pintaron de color celeste el final del encuentro. Rafinha retrocedió al interior, donde su incidencia en el juego aumenta, acompañando a un recién incorporado Madinda que ofreció intensidad sin balón y criterio con él. El costado izquierdo quedó para que Nolito aportase el desequilibrio. De sus botas nació el gol que metió al Celta en el partido y también las jugadas de mayor peligro. Salvo causa de fuerza mayor, debe ser titular. Desesperante o decisivo, el Celta no puede permitirse el lujo de tener un hombre de su calidad en el banquillo.

Con cada pieza en su sitio y una pizca más de agresividad, el encuentro murió en el área rojiblanca. Indultado tras el asedio inicial, el Celta se marchó del Calderón con la sensación de que el empate anduvo cerca. No pudo ser y toca ahora pensar en el Levante, encuentro de victoria inexcusable tras tres derrotas consecutivas. Del Manzanares mejor quedarse con Yoel, Nolito, Madinda, la buena media hora final y el aliento incansable de casi medio millar de celtistas capaces de sobrevivir a 90 minutos de un sol abrasador a base de cánticos y amor por unos colores.

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