A contracorriente sin encontrar premio a la osadía


Foto: Óscar Vázquez
El Celta plantó cara al Barcelona en una primera parte en la que ya tuvo que cargar con la desventaja prácticamente desde el inicio. Recién comenzada la segunda mitad, el 0-2 sacó del partido a un equipo que tuvo que resignarse a una superioridad evidente por parte del líder del campeonato.

Once: Continuidad más Rafinha
El histórico triunfo de Málaga no quedó en el olvido y Luis Enrique decidió dar continuidad no solo a la defensa -con Cabral y Aurtenetxe en los puestos que habitualmente eran para David Costas y Toni-, sino a la práctica totalidad del equipo titular. Se cayó de la formación inicial, según lo esperado, el más flojo de la Rosaleda, Santi Mina -que entró en la segunda parte-. En su lugar un Rafinha que jugó por el centro (con Augusto en ataque) y que demostró que la apuesta del técnico había sido un acierto.

En desventaja: Error y reacción
Un error puntual de Cabral propició un prematuro gol del Barcelona antes de alcanzar los primeros diez minutos del choque. El Celta se vio así, tras unos buenos compases iniciales, con un marcador en contra que le tuvo dormido unos minutos en los que pudieron llegar más sustos por parte de los visitantes. Los célticos pudieron reponerse a tiempo y gozaron de ocasiones en el primer período, en el que no bajaron los brazos e impidieron que el Barcelona impusiera su juego a placer.

Juego: Dos partes antagónicas
Un Celta con mucha vida y un Celta prácticamente entregado. Fue la diferencia entre una primera mitad en la que el conjunto estuvo en todo momento dentro del partido y una segunda en la que, con un 0-3 con casi toda la segunda mitad por delante, los celestes no bajaron los brazos, pero lucharon conscientes de que, más allá de intentar maquillar el resultado, el resto era imposible.

Planteamiento: Un Celta que no renunció
El equipo de Luis Enrique salió valiente y así se mantuvo durante toda la primera parte. Lejos de darse vencido con la desventaja, el equipo fue capaz de seguir intentándolo de cara a puerta. Sobrevolaron por momentos los pases imprecisos, los disparos precipitados e incluso algún resbalón en el peor momento. Pero los vigueses no renunciaron en ningún momento a intentar tener el balón y hacer su juego, con un atrevimiento que se paga caro cuando es el líder invicto el que está enfrente.

Puntería: De nuevo, falta de gol
Tras el festín de Málaga, el equipo se reencontró con la falta de puntería. Cumplió el cuarto choque consecutivo sin marcar en Balaídos. Y también se sigue resistiendo una victoria en casa. Las ocasiones desaprovechadas de la primera mitad podían haber dado otro rumbo al partido. Urge ya ganar en casa.

Miriam Vázquez Fraga / La Voz de Galicia

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