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Foto: Marta Grande |
El Celta de Luis Enrique se encontró este primer domingo de
otoño con el Villarreal de Marcelino, equipo llamado a luchar por Europa bajo
la máscara de recién ascendido. Y el botín fue valioso, porque si un equipo ha
sido superior en lo que va de temporada a los celestes, ese ha sido el de los
amarillos.
La reminiscencia otoñal no fue más que un espejismo merced
al sol abrasador de las cinco de la tarde. La treintena de grados tuvieron que
soportar los jugadores de ambos equipos y eso se notó. Amagó el partido con la
ida y vuelta en la primera parte, pero el combustible se fue secando poco a
poco y el ritmo plomizo, acompañado del dominio de los castellonenses, se
impuso hasta el final.
Sorprendía el Lucho, una vez más, con el once. A la
previsible vuelta de Fontás al medio del campo tras el regreso de Aurtenetxe a
la zaga se unió la participación de Santi Mina por banda izquierda. Cantera y más
cantera. Sin embargo el joven goleador celeste no funcionó en esa posición volcándose
el partido continuamente al flanco de un Augusto que comenzó en el medio. No se
entendió muy bien el experimento del asturiano en esa zona del campo: media
hora le dio a Rafinha en la derecha y a Augusto de interior, media hora que fue
monopolizada por el “submarino amarillo” gracias a la superioridad en la sala
de máquinas.
Costas y Aurtenetxe se veían desbordados a la espalda por
dos balas menudas pero incisivas: Jonathan Pereira y Giovanni Dos Santos olían
la sangre pero no terminaban de morder. Un calvario vivía una zaga celeste descoordinado
en los movimientos haciendo cada vez más patente que quizá sea el sistema lo
que falle y no las individualidades. Tan sólo un inspirado Yoel (que suma además
el buen criterio con el pie a su repertorio “milagroso”) consiguió salvar los
muebles en lo que parecía una victoria segura para los de Villarreal.
No fue así, en parte, porque el Celta se puso más brusco que
nunca. Las faltas y las tarjetas lo atestiguan: ya que por calidad y velocidad
era imposible dominar, no ha de temblar el pulso en cortar el juego. El equipo
vigués de antaño hubiera perdido sí o sí este partido con facilidad, pero
parece que algo está cambiando a nivel de agresividad. Ayudó también el
soberbio partido de Fontás, mucho más acertado y cómodo en el pivote que en el
eje de la defensa. La duda entre él y el capitán Borja Oubiña, hoy en el banco
por primera vez en mucho tiempo, es ya una realidad y parece que el catalán
tiene cierta ventaja. Bien en la distribución, inteligente en la brega, genial
a nivel posicional. Gran partido el suyo convirtiéndose en lo más destacado
junto al guardameta Yoel.
En ataque, inoperancia. Sin balón este Celta es mucho menos
y ayer no se tuvo ni para salir a la contra. Ya fuese por lentitud, ya fuese
por rapidez de la defensa rival; el Celta no supo desplegar sus armas y llegó
al área contraria con menos jugadores que nunca. Charles aislado y sin ayudas,
secuestrado de espaldas y desquiciado, poco pudo hacer y regaló su primer
partido realmente gris de la campaña. Nolito entró como revulsivo, pero no
parece ser ese su papel. Sí estuvo más activo Orellana en el poco tiempo del
que dispuso, pero ya era tarde y el empate no era mal negocio. Mucho que
mejorar y poco que rascar más allá del punto. El Celta estuvo maniatado por la
hiperactividad de un gran Villarreal y es por eso que el punto sabe a mucho. Seguro
que a final de temporada habrá que acordarse de él.
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