Patética, lamentable, injustificable, bochornosa actuación
del Celta en Getafe. En un partido malo hasta rabiar, de los que cuesta
encontrar precedentes más allá del encuentro del pasado año en el mismo
escenario o de la dolorosa derrota en Riazor tras la expulsión de Aspas, los de
Luis Enrique entregaron un choque que en todo momento pareció factible por la
entidad del rival, pero en el que nadie quiso creer. Es sin duda la peor
sensación de la noche, la del poder y no querer, la de que los celestes
regalaron 3 puntos baratos como pocos habrá a lo largo de la temporada por
desgana y falta de fe. El Getafe, sin nada en su haber más que la habilidad a
balón parado de Pedro León, doblegó con holgura a un equipo que entregó la
toalla sin apenas disputar el combate. Negados, apáticos y rendidos, los
vigueses fueron una caricatura del equipo competitivo y agresivo de jornadas
anteriores.
Desde el principio,
las cosas no salieron como se esperaba. La alineación fue una sorpresa para
todos. Se intuían rotaciones y hubo una revolución. Luis Enrique quiso dar
descanso a algunos y repartir oportunidades a otros. Extrañó ver a David en
punta y a Mina en el banquillo al lado de Charles. Preocupó la elección de
Bellvís en el lateral derecho por encima de un Jonny que tampoco quitó la razón
a su técnico cuando entró por la lesión de su compañero. Funcionar, no funcionó
nada. Ni Madinda, desaparecido en un centro del campo en el que sólo cumplió
Oubiña, ni Cabral, con un error en el marcaje que costó el primer gol, ni
Aurtenetxe, de vuelta al lateral pero sin mejorar a Toni.
Especialmente
preocupante fue lo de Orellana, quien continúa cavando su tumba poco a poco.
Llegó en febrero como salvador del equipo y desde entonces no ha tenido una
actuación aceptable. Luis Enrique lo descartó en verano, pero la ausencia de
refuerzos y la decisión del chileno de seguir en Vigo lo mantuvo en plantilla. Tres
partidos ha tenido desde entonces, el de ayer de inicio a fin, y su rendimiento
ha sido tan pobre como viene siendo habitual. Su bajo nivel ya no es una
sorpresa.
Como tampoco
empieza a serlo el de Krohn-Dehli. Al danés nadie le niega su talento y
calidad, pero se le debe exigir cierta regularidad. Así regala un partido majestuoso,
como protagoniza seis muy malos. La jornada inaugural ante el Espanyol fue su
mejor actuación en lo que va de 2013, año en el que no ha sido el jugador
determinante de sus primeros meses en España. Tiene que mejorar, empezando por
cambiar esa apatía que desprende por momentos. El Celta lo necesita.
Nada más empezar la
segunda mitad, lo que el Celta necesitaba era una reacción desde el banquillo, y no se produjo.
Incomprensiblemente, Luis Enrique dejó morir el partido con dos cambios propios
de un encuentro con otro resultado, hombre por hombre, retirando calidad y
reservando gol. Tardó demasiado en introducir a un Santi Mina que fue de los
pocos que lo intentó y encima lo hizo por un Rafinha que por muy apagado que
esté siempre es peligroso. Más lento aún fue para el tercer cambio, el que
debía estar reservado para Charles y que terminó por ser para Álex López.
Incomprensible que Orellana y David, desaparecidos, terminasen el choque sobre
el césped.
Consumado el
desastre, queda confiar en que una barbarie así no vuelva a repetirse. La
clasificación sigue concediendo tranquilidad, por mucho que las alarmas de los
más impacientes ya estén encendidas. El año pasado, el mejor Celta de Herrera,
el de aquel principio esperanzador, tenía 6 puntos en la sexta jornada. Éste,
cargado de dudas tras un par de partidos malos, acumula el mismo bagaje en
otros tantos encuentros. Quizás las expectativas estaban demasiado altas para
algunos celtistas que hoy se levantan decepcionados. Mejor chocar con la
realidad pronto y convencerse de que el único objetivo es no acabar en el vagón
de cola. Ganar al Elche en Balaídos puede ser el extintor que apague la llama
de la duda.
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