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Foto: Gonzalo Arroyo Moreno |
No estaban teniendo oportunidad este año de acompañar al Celta los más viajeros. Aunque el conjunto celeste nunca viaja solo, los dos primeros desplazamientos habían sido realmente complicados. La primera salida fue a Sevilla, un domingo a las once de la noche. La distancia y el horario impidió un gran desplazamiento, y en la segunda salida del Celta, en la inauguración de San Mamés, los aficionados se encontraron con el problema de las entradas y el horario: Lunes a las diez de la noche.
La tercera cita de la temporada era una de las fechas marcadas en rojo en el calendario: Getafe. Pero la Liga situó esta jornada, la sexta, entre semana, y además fue un jueves a las diez de la noche, así que complicó sobremanera el desplazamiento para todos aquellos que pretendían acercarse a la ciudad del sur de Madrid desde Galicia. Casi un imposible, aunque no fueron pocos los que se desplazaron y acompañaron en el Coliseum Alfonso Pérez a los "morriños", apelativo con el que son conocidos los integrantes de la activa peña "Morriña Celeste", que congrega a un buen puñado de celtistas residentes en la capital de Madrid.
El tiempo y el rendimiento del equipo demostró que su valentía no tenía parangón. Acudir a Getafe un jueves a las diez de la noche puede ser una heroicidad simplemente por el hecho de acompañar a un equipo de fútbol. Pero estos héroes, que visten de celeste y no necesitan y no llevan antifaz, están acostumbrados a este tipo de cosas. El año pasado, después de que el Celta completase uno de los peores partidos del curso en el mismo escenario, se quedaron cantando y coreando el nombre el equipo durante más de media hora. Fue tal el asombro de los aficionados locales que no dudaron en grabar en movil a los hinchas rivales y compartir dicha grabación en Youtube y en las redes sociales.
El jueves por la noche, la imagen que dio el Celta no fue mejor. Los 300 valientes de Getafe, que derrotaron a la locura de los horarios televisivos, se marcharon para casa sin el dulce sabor de la victoria, pero felices por haber visto a su equipo de cerca. Esa pequeña satisfacción, inexplicable para quien no siente los colores de un equipo e innegociable para quien ama a un escudo. Parece que ni las inclemencias de los horarios podrán con el celtismo. Viven y sobreviven. Afouteza e corazón. Más que nunca.
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