Cuando dos más dos no son cuatro


Foto: EFE
Dos más dos no son necesariamente cuatro. Invertir en fichajes no siempre da el resultado esperado. Goliat cae a menudo ante David. Ni siquiera jugar mejor que el rival es garantía de nada. Es un deporte imprevisible, abierto a prácticamente cualquier resultado, sobre todo cuando no están en liza gigantes de la talla del Real Madrid o el Barcelona, empeñados últimamente, con el beneplácito de los que mueven los hilos del negocio balompédico, en empequeñecer a sus contrincantes. Ayer, en un encuentro entre dos adversarios terrenales, el Betis fue durante muchos minutos infinitamente mejor que el Celta. Pero no le bastó para ganar. Ni siquiera para adelantarse en el marcador en un primer tiempo en el que Yoel se erigió en el salvador del conjunto vigués. Tras el descanso, cambió el escenario. Mejoraron los pupilos de Luis Enrique, que entonces sí fueron capaces de frenar las acometidas verdiblancas y, al contrario que los sevillanos, supieron aprovechar sus ocasiones, que de eso se trata al fin y al cabo en este maravilloso deporte en el que casi nada acaba como uno espera.


LA MENTADA OSADÍA

Dijo Luis Enrique en la previa que esperaba un equipo osado, valiente, al que le diera igual jugar al calor de Balaídos o en campo ajeno. La realidad, en cambio, dibujó a un Celta timorato en el Benito Villamarín. Era incapaz de retener el balón en sus pies más allá de unos pocos segundos y vivía el partido casi exclusivamente en su propia parcela, viendo cómo el Betis se acercaba a su área cada vez con más peligro.


EL MILAGRO DE YOEL

El partido llegó al descanso sin goles gracias a Yoel. Estuvo enorme el portero vigués. Comenzó su exhibición a los cuatro minutos, sacando un peligroso libre directo de Verdú, y posteriormente se lució ante Paulao, Cedrick y Jorge Molina, en los dos últimos casos por partida doble. Los futbolistas verdiblancos colaboraron también con su escaso acierto de cara a la portería rival, a pesar del empeño de los jugadores del Celta en facilitarles el trabajo. Toni sufrió lo indecible como el lateral en que Luis Enrique lo quiere convertir y futbolistas como Borja Oubiña o Krohn-Dehli acumularon pérdidas tan poco habituales en ellos como peligrosas para el equipo.


UN NUEVO ESCENARIO

El partido cambió tras el descanso. El Celta fue capaz de frenar las acometidas del Betis anulando a ese gran futbolista que un día estuvo a punto de vestir de celeste llamado Verdú y, a partir de ahí, creció en ataque. Al contrario que los hombres de Pepe Mel, los vigueses sí se mostraron eficaces. Charles marcó a pase de Nolito en una de las primeras ocasiones claras del conjunto olívico.

LA ¿SENTENCIA? Y EL DEBUT

Fueron minutos felices para el Celta. Poco después del gol del brasileño -segundo que marca en dos jornadas-, Nolito volvió a aparecer para culminar una acción individual con un 0-2 que parecía definitivo. La fiesta continuó con el debut con el primer equipo de una de las perlas de la cantera, el central David Costas, todavía en edad juvenil. Pero, cómo no, tocaba sufrir un poco más.

LA NECESARIA DOSIS DE SUFRIMIENTO

El Celta es un equipo habituado a sufrir, a pasarlo mal, a vivir situaciones rocambolesas. El partido parecía sentenciado cuando Oubiña vio su segunda amarilla a escasos minutos del final y Rubén Castro marcó el 1-2 en el 89. Casi de inmediato, Chuli estrelló el balón en el poste en una acción que pudo significar un empate que posiblemente habría sido justo, pero también muy doloroso.

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