Llegó la hora. Balaídos echa esta noche el telón de una
temporada difícil, en líneas generales decepcionante, pero que alcanza su
último capítulo con todo por decidir. El Celta se jugará la permanencia más
barata de los últimos tiempos en un coliseo vigués a reventar, dispuesto a dar
su último aliento para ayudar al equipo a tumbar a un Espanyol que nada se
juega en Vigo. Vencer a los pericos es la primera parte de la ecuación. La
segunda se resolverá 160 kilómetros al norte, en tierra enemiga. Los celestes
precisan de un tropiezo del Deportivo ante la Real Sociedad, que busca entrar
en Champions, para mantener la categoría. Más abajo esperan Zaragoza y Mallorca,
pendientes de una carambola. Sus partidos poco o nada interesan en el celtismo.
Patinando, el descenso es seguro. Haciendo los deberes, maños y baleares quedan
fuera de la pelea. Así pues, toda la atención estará puesta en lo propio y en
lo que ocurra en Riazor. Galicia perderá al menos a uno de sus representantes.
Las viejas batallas del pasado, con celestes y blanquiazules luchando por
esquivar las profundidades del abismo, volverán a producirse. Toda alegría y
todo drama se multiplicarán por dos.
En Casa Celta, lo
que acontezca en A Coruña no importa antes del pitido final. Hasta entonces, el
Espanyol es el único rival. Primero hay que hacer los deberes y sólo después
esperar el favor donostiarra. Para ello, Abel Resino recupera efectivos en
defensa con la vuelta de Jonny y Vila. La presencia del de Matamá en el lateral
derecho se da por segura. No tanto la del de Porriño, quien puede caer al
banquillo en favor de Cabral. Con la vanguardia definida, las dudas han llegado
esta semana desde la portería. La temprana recuperación de Sergio ha abierto el
debate después de la lesión de Javi Varas. No obstante, parece que el
jovencísimo Rubén Blanco, de apenas 17 años, será el encargado de proteger el
arco céltico. Su actuación en Valladolid ha convencido a Resino y todo apunta a
que se enfundará los guantes.
De esta manera, el
Celta saltaría al campo con el propio Rubén en portería, y una línea de cuatro
en defensa con Jonny, Cabral, Túñez y Roberto Lago, quien pondrá rumbo a Getafe
al concluir la temporada. Borja Oubiña y Natxo Insa coparán el doble pivote,
justo por detrás del tridente compuesto por Augusto Fernández, Álex López y
Krohn-Dehli. Arriba, Iago Aspas se enfundará la celeste por última vez para
cerrar el círculo que empezó hace ahora cuatro años frente al Alavés. Aquel día
supuso la salvación de la entidad y el despegue definitivo de un equipo
abarrotado por jugadores de la casa. Si la alineación se confirma, hasta siete
futbolistas gallegos se disputarán la permanencia en el partido decisivo.
Por su parte, el
Espanyol encara el choque sin nada en juego. Tras la llegada de Aguirre, los
catalanes huyeron pronto de la quema y se instalaron en la zona media de la
tabla. En tierra de nadie, llegan a Balaídos con la única motivación de
finalizar la campaña de la forma más profesional posible. Después de disputar
la final de la Copa Catalunya el miércoles y con el homenaje a Dani Jarque el
próximo lunes, el choque de Balaídos es poco menos que un trámite incómodo.
Pese a todo,
Aguirre no escatimará esfuerzos y utilizará todas sus armas. Esto es, Kiko
Casilla en portería con Javi López, Colotto, Raúl Rodríguez y Capdevila en la
retaguardia. Víctor Sánchez y Forlín en el doble pivote con Stuani y Simao en
bandas. En ataque, acompañado desde la mediapunta por Verdú, el siempre peligroso
Sergio García.
Mateu Lahoz, del colegio madrileño, impartirá justicia en el partido del año. El Celta se juega su estancia en Primera, y todo lo que eso conlleva, en 90 minutos de sufrimiento sin límites. Necesita ganar en dos campos, primero en el suyo y después en el de su enemigo por excelencia, para repetir experiencia en la máxima categoría del fútbol español. Será una tarde de transistores y desfibriladores, de tensión y nervios, de sonrisas o llantos. Casi 30.000 almas acompañarán a los suyos tanto en el durante y en el después. Las once de la noche emitirán un veredicto. Resta saber si las lágrimas serán de tristeza o de la más magnánima e indescriptible de las alegrías.
Mateu Lahoz, del colegio madrileño, impartirá justicia en el partido del año. El Celta se juega su estancia en Primera, y todo lo que eso conlleva, en 90 minutos de sufrimiento sin límites. Necesita ganar en dos campos, primero en el suyo y después en el de su enemigo por excelencia, para repetir experiencia en la máxima categoría del fútbol español. Será una tarde de transistores y desfibriladores, de tensión y nervios, de sonrisas o llantos. Casi 30.000 almas acompañarán a los suyos tanto en el durante y en el después. Las once de la noche emitirán un veredicto. Resta saber si las lágrimas serán de tristeza o de la más magnánima e indescriptible de las alegrías.
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