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RICARDO GROBAS |
Borja Oubiña (Vigo, 1982) es hombre de pocos excesos. Sobrio y elegante sobre el césped, ese carácter se extiende más allá de la alfombra verde, aunque ayer, tres días después de que el Celta consiguiese la soñada salvación, su cara seguía filtrando una sonrisa de satisfacción. Está feliz por la permanencia, pero lograr el objetivo no esconde los errores de la temporada, avisa. El capitán celeste hace examen de conciencia mientras se queda al margen de las decisiones en los despachos respecto al futuro de su equipo.
-¿Cómo se valora lo logrado el sábado desde la perspectiva que da el paso de los días?
-Pues acabó bien, y me alegro mucho, sobre todo por la gente, porque ellos no tenían manera de hacer nada y les dimos un año regular, sobre todo la segunda vuelta, pero al final estamos todos contentos.
-¿Tiene la sensación de que el sábado, durante muchos minutos, y especialmente en el último saque de esquina, le quitaron años de vida a muchos celtistas?
-Todos los años les quitamos vida, ya es algo habitual. Creo que no he tenido nunca un año tranquilo. Siempre, si no es por una cosa es por otra, pero siempre son años difíciles.
-Si tuviera que hacer una valoración global del curso, ¿cuál sería?
-Al final queda la satisfacción de haber hecho más o menos las cosas bien porque te has salvado. Dejamos a tres equipos por abajo, que era el objetivo, pero también hay que pensar que si tú estás ahí abajo es como consecuencia de algo que has hecho mal.
-¿Qué fue lo que no se hizo correctamente?
-Creo que hicimos un arranque muy bueno, porque vimos desde el principio que éramos capaces de competir, pero luego se convirtió en una situación muy difícil porque el equipo dejó de hacerlo. Quizás nos creímos cosas que no éramos y dejamos de competir, de creer. Perdimos un poco de intensidad y claro, somos el Celta. El Celta si pierde ese ansia por competir, pues sufre.
-¿Qué pasó para que el equipo dejase de competir?
-Creo que nos creímos algo que no éramos y que perdimos la identidad de lo que éramos en la segunda vuelta. Éramos un equipo que estábamos juntos, que trabajaba bien, que teníamos cierto control sobre los partidos, y bueno, nos creímos que éramos mejores de lo que éramos. En la primera vuelta fuimos un equipo súper reconocible, que sabía lo que hacía, en la segunda fuimos todo lo contrario.
-¿La culpa fue quizás de los halagos que recibieron durante los primeros meses de la temporada?
-Más que culpa de los halagos, yo creo que fue debilidad nuestra. El que halaga no tiene la culpa. Nos desviamos del camino, que era seguir compitiendo. No lo hicimos, y hay que tenerlo en la cabeza. Cualquier equipo de abajo en Primera en el momento en que deja de competir, se vuelve vulgar y sufre.
-Tras una temporada que se dilucidó en el último partido, supongo que lo que pide para la próxima es un poco más de tranquilidad.
-Ojalá la próxima temporada sea más tranquila. Pensando de cara al año que viene, pues puede que el Celta esté peleando por no descender, aunque puede estar en una situación más tranquila también. Desde luego lo que es evidente es que no puede permitirse estar tantas jornadas en descenso.
-El curso pasado el Celta afrontó el regreso a la élite con un buen puñado de jugadores que no conocían la categoría. ¿El año que ha transcurrido deja por delante un futuro esperanzador?
-Por el momento hay que esperar a ver cómo se confecciona la plantilla, pero no creo que el deseo de nadie sea repetir una temporada con sufrimiento. Tenemos que ser un equipo reconocible para todo el mundo y que compita bien.
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