Destino y voluntad del celtismo


MARTA G. BREA
Destino o voluntad. Nadie conoce el misterio de la vida humana. Si está predeterminada desde la cuna o si todo se labra a través de nuestros actos. Y si es una mezcla, cuáles son las dosis exactas. Lo cierto es que el Celta ha modificado aquello que por fortuna y estadística parecía escrito. Y con él, la Galicia celtista, sureña o periférica se siente capaz de soñar con un futuro mejor.

Los últimos tiempos han sido pródigos en noticias nefastas. A Peinador le niegan el pan y la subvención. Pescanova se resquebraja. Al Puerto lo ningunean en Bruselas con la traición de los propios. El naval boquea aguardando el espejismo de los floteles. Como aquejados por una maldición que se explica por cainismo interno y dejadez en las altas instancias. El Celta de esta campaña correspondía a esa realidad. Era su fiel reflejo.

Algo seguía latiendo, sin embargo. Bajo la hojarasca de la pesadumbre, más allá de la clasificación y los balances económicos. Cuando ya muchos renunciábamos a la esperanza porque esa ha sido nuestra costumbre.

La fe dependía de la chavalada. De esos que llenaban las redes sociales con epígrafes como "eu creo no Celta". De los que se citaban en A Madroa para animar al equipo. De los mil que viajaron a Valladolid a sabiendas de que el análisis futbolístico les anticipaba el descenso. De todos ellos.

Así que puede ser que el destino haya jugado a los dados y que al Celta, eterno perdedor, al fin le haya sonreído la tirada. Otros disparos como el de Natxo Insa acabaron en las gradas. Otros remates como el de Stuani besaron las mallas. Pero es también la consecuencia de haber creído. Del celtismo redimido en los años de Segunda. De esos viejos aficionados que redescubrieron su identidad al ver la cancha poblada de canteranos. Y sobre todo de los jóvenes que convirtieron los penaltis desgraciados de Granada en la razón para abonarse.

El Celta, o sea, es lo de menos en sí. Importa sobre todo como memorándum de nuestra historia. Hemos caído muchas veces y siempre nos hemos levantado. La Galicia celtista, que va de Ferrol a Tui, ha superado otras reconversiones. La Galicia celtista que abarca de A Illa a los Ancares se ha repuesto de otras hambrunas.

Es lo que se celebraba ayer en Praza América, más incluso que con el ascenso de la pasada temporada. Incluso aunque los que se bañaban atribuyesen su júbilo únicamente a lo futbolístico. Lo que debiera quedar como patrimonio de este ejercicio es la comunión entre club e hinchada. Lo que trasciende es, como conclusión, que por sobre los astros y las puñaladas está nuestra fuerza para construir el mañana.

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