La sanción de cuatro partidos de suspensión a Iago Aspas ha puesto a Park Chu-Young bajo el microscopio. Y el coreano no ha salido bien parado hasta el momento. Esforzado en asumir las labores oscuras que le pide el entrenador, el ariete es incapaz de amoldar su fútbol al de sus compañeros y, sobre todo, de encontrar la puntería que pasaba por ser su principal virtud cuando llegó a Vigo a mediados del pasado mes de septiembre. Tanto es así que una posibilidad que va ganando peso es que el asiático pierda su reciente condición de titular el próximo lunes en la determinante visita a Mallorca.
El escaso rendimiento de Park, que tan solo ha podido celebrar tres goles en Liga –Deportivo, precismente Mallorca y Getafe (en su debut en Balaídos allá por la quinta jornada)– y uno en Copa, ha sido objeto de debate casi desde su llegada. Sus defensores –alguno tan prestigioso como el director deportivo celeste, Miguel Montes Torrecilla– aludían a la falta de minutos como la razón de su opacidad futbolística. De ahí que esperasen su casi obligada titularidad en los dos últimos encuentros como el momento de su explosión.
Pero no ha sido así. En las casi dos horas de juego ante Barcelona y Rayo Vallecano, el coreano apenas ha coleccionado un pequeño puñado de ocasiones fallidas. Y, lo que es más preocupante, continúa sin encajar su fútbol con el de sus compañeros, sean éstos quienes sean. Su mayor virtud, hasta la fecha, es la actitud esforzada como referencia ofensiva en los balones largos. Su capacidad para el juego aéreo le permite tocar muchísimos de ellos, pero ya sea por falta de pericia propia o por pobreza táctica del equipo, sus balones peinados casi nunca acaban en los pies de sus compañeros.
Hasta la fecha, Park ha jugado 717 minutos en 20 partidos diferentes, aunque sólo en ocho de ellos ha partido como titular y únicamente en dos terminó el encuentro sin ser sustituido. Tal circunstancia se produjo en la jornada sexta en Granada, su única presencia en un once inicial fuera de casa, y ante el Mallorca en Balaídos, cuando anotó su segundo gol con el Celta que sirvió para empatar el choque ante los isleños.
Su peor racha sin jugar coincidió con el relevo en el banquillo: no lo hizo en Getafe –sí Santi Mina–, ni en los dos primeros partidos de Abel Resino (Granada y Sevilla). Desde entonces, siempre ha tenido minutos. No acompañados de acierto. Lástima.
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