Iago Aspas emborrona su recuerdo


MARTA G. BREA
Iago Aspas nació destinado a hacer historia en el Celta. Desde muy pequeñito, ya que entró en el Celta gracias a una pequeña triquiñuela al mentir sobre su edad. Realizó una prueba en A Madroa fingiendo tener un año más y fue aceptado. Cuando llegó a casa, el remordimiento le venció y llamó para aclarar el engaño, pero en el Celta tenían claro que lo querían con independencia de su edad. Poco a poco fue escalando por las categorías inferiores del Celta, con un año en el duro exilio del Rápido de Bouzas, hasta que llegó aquel día de junio de 2009 en el que, probablemente, salvó al Celta de un destino fatal. 

Desde entonces no dejó de crecer, y aunque tuvo momentos duros en los que parecía que no acababa de sacar todo lo que llevaba dentro, Paco Herrera encontró su sitio en el campo muy cerca del arco contrario. Durante la  pasada temporada explotó como un espléndido goleador y llevó en volandas al Celta con tantos importantísimos en el momento de mayor necesidad para el Celta. A Aspas no le pesó el cambio de categoría, que afrontó con naturalidad, convirtiéndose en un futbolista mediático, temido por todas las zagas rivales. 

Su nombre ya era historia del Celta, incluso aunque se marchase a finales de temporada, pero parece que en Vigo no tenemos derechos a los cuentos con final feliz. Aspas, por su mala cabeza o la de quienes le rodean, está estropeando su recuerdo. No su historia, porque lo hecho ahí está y jamás se olvidará, pero es indudable que nuestros recuerdos estarán en cierta manera mediatizados por lo sucedido en los últimos meses. 

Sus ganas de irse del club, su error en el derbi y las salidas de tonos de su hermano, ahora convertido en representante, están manchando un historial impoluto, en el que siempre demostró que su celtismo era más fuerte incluso que su ambición. Le podemos perdonar que su ambición haya crecido por encima de su sentimiento celeste, pero no ayuda a la afición que su hermano, cada vez que tiene un micrófono delante, insinúe o deje entrever acuerdos con otros equipos. Si su imagen ya había quedado deteriorada por las palabras de Herrera o el cabezazo a Marchena, las declaraciones de Jonathan Aspas no hacen sino emborronar aún más su expediente. Una pena porque Iago Aspas es, por derecho, historia viva de este equipo. Aún está a tiempo de reconducirlo, pero no parece fácil. 

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