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XOÁN CARLOS GIL |
Iago Aspas va quemando etapas en su progresión como futbolista. Cumpliendo metas y alargando su sombra. Quizás una de las espinas que tenía clavadas hasta ayer era no haberle marcado un gol todavía a uno de los grandes, y esa se la quitó. Los marcadores de Balaídos señalaban el minuto 62 cuando el delantero de Moaña enchufaba el balón al fondo de la red. Era el empate. Un gol que desataba la euforia de un celtismo enfervorizado que veía cómo su goleador batía a Diego López.
Iago se desquitaba. Marcaba al Real Madrid en su cuarto intento de la temporada y su gol servía para igualar momentáneamente un partido en el que supo tomarle la medida a la defensa madridista. Como es habitual, casi todo lo que sucede en el Celta pasó por sus botas, ya fuera entendiéndose con un Augusto Fernández que vive su mejor momento, o intentándolo a balón parado, aunque en esta faceta es cierto que no tiene excesivo éxito.
El delantero le puso ganas. Quería su gol y quizás por momentos, sobre todo en el arranque de la segunda mitad, se vio un poco superado por las circunstancias. Incluso algo solo. Pero tras el penalti el ataque celeste fue de lo mejor. Con intención y descaro. Su tanto de ayer, aunque no sirvió para dar al Celta los tres ansiados y necesitados puntos, pero supuso una muesca más en la cuenta particular de un delantero cada vez más vigilado. Fue el décimo tanto en la cuenta particular de Aspas, que ya presume de ser el máximo goleador de la Liga en el capítulo de debutantes
Nada de conservadurismo
El partido de Iago Aspas ante el Real Madrid no se presentaba plácido a priori. Y es que el delantero, aunque se mostró plenamente centrado en el duelo ante los blancos, no se olvidaba tampoco de lo que le espera el próximo viernes. El siguiente compromiso de los celestes es el derbi ante el Deportivo, y ahí a los vigueses no les quedará más remedio que ganar para apurar sus opciones de salvación. Y a nadie escapa que las probabilidades de triunfo vigués se multiplican con la presencia del de Moaña, que también tiene en los herculinos su otra espina clavada. Hasta ahora el Dépor se resiste a sus goles.
Lorena García Calvo / La Voz de Galicia
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