A punto de sobrevivir al intercambio de golpes


Foto: Xoán Carlos Gil

El Celta cayó ante el Real Madrid. No pudo Abel Resino imitar a su predecesor en el banquillo, Paco Herrera, y vencer de nuevo al conjunto blanco en Balaídos. Sucumbió a la calidad de un equipo plagado de estrellas, pero lo hizo con dignidad, luchando hasta el final y rozando la igualada en los últimos minutos con un testarazo que Park envió al larguero. Bien es verdad que los de Mourinho pudieron golear, ya que gozaron de innumerables ocasiones para batir a un Javi Varas que olvidó su mala noche en Sevilla y estuvo inconmensurable. Pero no es menos cierto que los celestes también tuvieron sus oportunidades y que, en el intercambio de golpes, estuvieron a punto de rascarle un empate a una de las mejores escuadras del planeta.
   
Le salga mejor o peor, hay una cosa que no se le puede negar a la propuesta de Abel Resino: la valentía. El técnico toledano planteó un partido de tú a tú ante un equipo que sufre cuando le cedes la iniciativa, pero que te devora si te atreves a discutir su supremacía. Adelantó la línea y jugó al fuera de juego con los delanteros blancos. Le salió bien al principio, mientras los merengues comenzaban a carburar. El Celta inquietaba los dominios de Diego López y dispuso de tres opciones de gol bastante claras en las botas de Iago Aspas y Álex López. Más tarde, cuando Modric y Özil entraron en acción, el partido quedó fiado al acierto de Javi Varas. Llegaron muy claro los de Mourinho en el tramo final de la primera mitad y sólo la gran actuación del sevillano, quien detuvo varios disparos francos de Benzema, Callejón, Marcelo o Cristiano Ronaldo, mantuvo el empate hasta el intermedio.
   
Tras el regreso de los vestuarios, la tónica fue similar. Xabi Alonso saltó al verde y el dominio del vigente campeón se acentuó. Otro balón mal rechazado precedió a la enésima pelota muerta en el área viguesa, y Ronaldo no perdonó. Entonces el Celta tiró de casta y volvió a meterse en el partido con una buena acción por banda de Augusto Fernández y el tanto de Iago Aspas. Explotó de júbilo un Balaídos repleto que veía como su equipo había contestado a la bofetada  madridista y parecía de nuevo dispuesto a batirse a mamporrazos con uno de los púgiles más letales del globo. Lo consiguieron los de Resino, que por momentos volvieron a tener contra las cuerdas a un Real Madrid que lo había indultado con anterioridad. Sin embargo, el penalti sobre Kaká permitió a Ronaldo devolver la ventaja a los suyos y obligó al Celta a una nueva reacción para no irse de vacío. No pudo ser. Park acarició un punto de oro con un balón al larguero en las postrimerías del encuentro y ahí murieron las esperanzas de un equipo valiente (en ciertos momentos incluso algo osado), batallador, pero inefectivo.
   
La derrota de la pasada noche, aunque lógica y posiblemente esperada, dramatiza el panorama celeste. Lo del próximo viernes en Riazor ha dejado de ser un partido más, no sólo por tratarse de un derbi, sino que se ha convertido en la gran final por la permanencia. Los coruñeses parecen prácticamente sentenciados, pero es que los vigueses pueden estarlo si no logran asaltar el feudo de su eterno rival. Del encuentro de ayer deben prevalecer los aspectos positivos. El intercambio de golpes no ha tenido éxito contra Sevilla o Real Madrid, pero sí puede ser suficiente contra Deportivo, Mallorca o Zaragoza. Veremos. Además, Oubiña ha recuperado su mejor nivel, Túñez ha demostrado su valía, Pranjic ha dejado buenas sensaciones y Aspas se ha reencontrado con el gol. El moañés evitó la cartulina y estará en el que puede ser su último derbi. No es el caso de Álex López, quien con una microrrotura es seria duda para un choque a vida o muerte. Ahí ya no habrá excusas. Riazor calibrará las opciones del Celta de permanecer en Primera.

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