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Ayer en Cornellà, el Celta jugó ese partido que tantas otras veces ha disputado a lo largo de esta temporada. Un encuentro en el que saltó al campo de color rojinegro, amagó con un buen inicio para después ser superado por su rival, encajó tras un error propio y se fue perdiendo a los vestuarios, para más tarde tratar de arreglar sin éxito en el segundo tiempo el desaguisado generado en el primero. Así se pueden definir gran parte de los choques disputados lejos de Balaídos por los vigueses en esta primera vuelta de campeonato. Una primera vuelta que deja al equipo al borde del precipicio pero con números de descenso, demostrando una incapacidad manifiesta para sacar adelante los duelos a domicilio y dando la sensación de ingenuidad ante rivales mucho más experimentados.
El enfrentamiento
ante los pericos puede definirse como un despropósito de inicio a fin.
Exceptuando los primeros minutos, donde Iago Aspas comandó a un Celta con
buenas intenciones, el Espanyol superó con relativa comodidad a un conjunto
dirigido por Paco Herrera que apenas dio sensación de peligro. Los célticos
fueron víctimas de una manifiesta lentitud en la circulación de balón, de una
excesiva conducción del esférico y de pérdidas infantiles en zonas prohibidas,
como la que generó el gol perico. El centro del campo celeste en su totalidad
cuajó un partido desastroso, especialmente un Michael Krohn-Dehli que realizó
su peor actuación de la temporada. No había velocidad, no había ideas, y eso lo
aprovechó un Espanyol muy intenso que ahogó con su presión a los celestes.
La excusa del buen
juego y la falta de contundencia se está agotando. Más que nada porque desde el
Camp Nou, el Celta no completa un buen partido a domicilio. Venció en Zaragoza
en un choque pragmático en el que se encontró con un tanto en los minutos
finales que rompió el merecido empate sin goles. Por lo demás, derrotas por la
mínima, todas ellas dejando la sensación de poder haber hecho muchísimo más
para al menos puntuar.
Sin lugar a dudas,
los malos números como forastero es la principal asignatura a corregir en esta
segunda vuelta que comienza. Una sangría tal no puede albergar un buen final de
campaña. No obstante, el equipo terminará
la primera mitad de la temporada fuera de puestos de descenso y sin
apenas visitarlos en estos cinco meses de competición. El pésimo ritmo de
puntuación de los perseguidores mitiga el mal momento celeste, pero no esconde
unas carencias que invitan a la preocupación. De lo de ayer, pocos aspectos
positivos pueden extraerse. El único, quizás, el buen nivel de un Jonny que ha
demostrado capacidad de sobra para cubrir con garantías la baja de Hugo Mallo.
Por lo demás, nada potable que traerse de Barcelona. Un duelo que justificó el tirar la Copa el miércoles pasado y que no ha dejado en Vigo más que un buen
saco de preocupaciones.
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