Puede entenderse como algo a lo que agarrarse y contra lo que descargar el mal humor que te deja un mal resultado –o la pérdida del mejor posible en el último suspiro, como sucedió el pasado domingo en el choque ante el Levante-. De hecho, seguramente lo llevamos peor en ese caso que cuando ocurre que después de conseguir los tres puntos. Pero las colas y la larga espera en el momento de abandonar el estadio de Balaídos son ya un tema preocupante.
Cada vez es más frecuente que, una vez acabado el partido –aplausos a los jugadores si procede y abucheos al trío arbitral incluidos-, muchos aficionados se armen de paciencia para permanecer un buen rato en sus asientos mientras deciden cuál puede ser la mejor opción para acortar la espera -dirigirse hacia el otro extremo, saltar por los asientos… mil posibilidades-. El tiempo añadido dentro de Balaídos va mucho más allá de lo que marca la pizarra del cuarto árbitro y las quejas y los comentarios al respecto son ya una contante. “Como un día pase algo, no salimos de aquí. Como en la discoteca esa madrileña”, oí decir a una aficionada en referencia a la tragedia del Madrid Arena mientras intentábamos dejar el campo.
Quizá parezca exagerado. Probablemente lo es, aunque no cabe duda de que, visto lo visto, la evacuación en caso de urgencia no sería precisamente rápida, por lo que no hablamos solo de una cuestión de incomodidad, que también. Ni que decir tiene que esto se une a muchas otras deficiencias del estadio municipal por todos conocidas –no sé si también por aquellos en cuyas manos está tomar cartas en el asunto, que sería lo más interesante-, y que el problema viene de lejos y se da en todas o en muchas gradas.
En el caso de Gol, a mayores, la situación se ha agravado en las últimas semanas, y no de forma natural, sino que el origen es una decisión evitable: la de cerrar una de las salidas que se utilizaban hasta la fecha para, según tengo entendido, dar un mejor servicio a aquellos que cuentan con un sitio en la zona VIP del estadio. Para el resto de los mortales celtistas parece que, lejos de mejorar, las cosas van cada vez a peor…
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