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Foto: LUN |
Si nos lo dicen hace dos meses no se lo cree nadie. En verano, todo Vigo quería que Fabián Orellana continuase su carrera en el Real Club Celta. Se marchó asegurando que se quería quedar. Y, sin buscarlo, se convirtió en un amor de verano para todo celtista. En su presentación en Granada le hizo un guiño a Torrecilla. Algunos lo consideraron insuficiente. Otros juzgaron que lo que no era normal era que asegurase que su preferencia era volver al club celeste nada más pisar la ciudad nazarí. Hasta en esto fue ángel y demonio el chileno.
Pasaron los días y no había noticias de uno de los hombres claves del ascenso. Desde el club se esperaba que el jugador dejase claro que no estaba dispuesto a jugar con el Granada. Pero eso nunca sucedió. Y, tras una información en la que se sugería que Fabián podía estar jugando a dos bandas, todo se aclaró. La mayoría de los celtistas intuyeron lo que Herrera confirmó unos días después. Orellana, uno de los tres mejores futbolistas de la pasada campaña, no iba a volver.
Semanas después, Rafa Valero aseguró que Fabián jugó con el Celta para conseguir una mejora salarial. No soy nadie para desmentir esa información. Aunque creo que nunca sabremos qué pasó exactamente. Parecía que el tema moría ahí. Pero, cosas del azar (o del destino), el chileno vuelve a estar en el mercado. Tanto el jugador como el conjunto granadino quieren poner fin a su relación profesional. Y el celtismo se vuelve a acordar de él. Como no hacerlo, si todavía sigue latente en nuestros corazones. Si todavía recordamos su primer gol con la zamarra viguesa. Aquel tanto frente al Valladolid, de falta directa y en el último minuto. Lo que le costó encajar, y lo que nos costó quererle.
Y, curiosamente, Orellana representa un tipo de jugador que no abunda en esta plantilla. Un futbolista vertical, desequilibrante, determinante. Que atraiga la atención de la defensa rival. O, mejor dicho, que distraiga la atención de las zagas rivales sobre Iago Aspas. Porque Krohn-Dehli no es el extremo con desborde, llegada y gol de la Eurocopa. Ha mutado en otro tipo de futbolista. Ahora aporta muchas otras cosas, pero ni desborde, ni llegada, ni gol. Casi se podría decir que el chileno necesita al Celta y el Celta a Fabián. Futbolísticamente hablando, claro.
Sin embargo, su llegada no se antoja probable. Si realmente la directiva está decepcionada con la forma de proceder de Orellana, no parece factible ni que se interesen por su situación. Pero hace demasiado poco que era un ídolo. Y seguro que a más de uno, entre los que me incluyo, le gustaría que volviese. No sería el primer jugador controvertido que se acaba convirtiendo en una leyenda. Pero esto son solo castillos en el aire. Quizás Fabián solo sea ese amor de verano. Un romance breve pero intenso. Quizás siempre supimos que su estancia definitiva en Vigo era más que improbable. Aunque de algún modo nos resistimos a dejarle escapar. Tal vez sea mejor asumir que solo será un bonito recuerdo. Porque, y ojalá me equivoque, el panorama no semeja ser el idóneo para su regreso.
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