Decir que el fútbol es injusto es faltar a la verdad. A
largo plazo la pelota nunca miente y termina por colocar a todos en su sitio.
Los puntos que inmerecidamente volaron en Valencia y Granada regresaron hoy al
bolsillo celeste en Zaragoza. En un soporífero partido, marcado por el miedo a
perder de ambos conjuntos, el gol de Iago Aspas sirvió para romper el
maleficio. Sin demandarla, sin realmente mostrar interés suficiente en
conseguirla, el Celta se encontró con una victoria balsámica, de esas que reconfortan
el cuerpo y dulcifican el paladar, de esos triunfos de equipo sabio y rocoso y
que a la larga terminan valiendo permanencias.
Desde el inicio, el
Celta mostró sus cartas. El objetivo era puntuar, terminar con la alarmante
sangría a domicilio. La receta era clara: juntar líneas, seguridad defensiva y
tratar de cazar el premio gordo en algún balón aislado. La primera mitad de la
ecuación se cumplió a la perfección. Aunque sin ser tremendamente exigido por
su adversario, los celestes firmaron el que probablemente sea su mejor partido
defensivamente hablando. Dos disparos lejanos que rechazó espléndido Javi Varas
fueron el mayor peligro que generó el conjunto maño a una defensa muy notable
en la que sobresalió un día más Hugo Mallo. Increíble el nivel del de Marín en
los últimos compromisos.
Pero de mediocampo
en adelante el equipo no carburaba. Oubiña no fue el de otras veces, Augusto y
Bermejo estuvieron desaparecidos, Krohn-Dehli le puso voluntad pero le faltó
precisión y Aspas fue un islote durante muchos momentos. Especialmente malo fue
el encuentro de Álex López, de los peores desde que milita en el Celta. Sin el
de Ferrol entonado, a los vigueses les cuesta encontrar su fútbol.
Herrera sonreía con
el 0-0. Era consciente de la necesidad de cambiar la dinámica a domicilio, de
que un empate era un buen botín para un equipo que hasta entonces no había
sumado como forastero. Por eso apuró los cambios hasta los últimos minutos, más
para perder tiempo que otra cosa. Pero entre medias, Aspas regaló un triunfo
por el que ya nadie esperaba. El plan le había salido redondo al técnico
catalán.
Por fin el Celta ha
ganado jugando mal. Después de agradar en sus primeras salidas pero volverse de
vacío, los célticos han logrado invertir la ecuación. El desahogo que supone es
importante tras más de mes y medio sin conocer el triunfo. Con la Copa de por
medio, el Levante aguarda el domingo. Entonces Balaídos exigirá algo más de
fútbol que el mostrado ayer. Sin embargo, tampoco pondrá peros a una victoria inmerecida
pero importantísima como la conseguida en la Romareda. Aunque sea casi sin
querer.
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