Cristian Bustos, el Blau Cel nº72.


ALBERTO LIJÓ

En todos los equipos existe un jugador (o más) que confía muchísimo más en su físico que en su calidad, hecho que a muchos no puede agradar. En el caso del Celta, ese jugador es Cristian Bustos.

Quizá no pueda gustar a muchos a causa de que no tiene el nivel técnico o táctico de Oubiña (como si fuese algo simple), pero de todos es sabido de que Bustos va a esforzarse siempre al 100%, intentando suplantar esa calidad innata con un esfuerzo y un físico que en cierta medida, también son calidades innatas. 

Bustos llegó al Celta en 2009, procedente del Salamanca, y en un corto intervalo de tiempo consiguió ganarse fácilmente a Balaídos. Un atleta total dispuesto a hacer sufrir al equipo rival con su incesante esfuerzo, sudando una camiseta que defiende con muchísimo orgullo. Y es que el Celta, un equipo lleno de canteranos y con una clara apuesta por la cantera, agradece tener  jugadores voluntariosos y que hacen piña como Cristian. Tal es la comunión entre Bustos y el celtismo, que el jugador alicantino se ha erguido como uno de los referentes en los campos de batalla de fútbol (junto a Bermejo), y como uno de los jugadores más queridos.

Y es que Cristian es una gran persona fuera del terreno de juego (cosa muy común en el equipo Vigués), a pesar de que su juego agresivo y su garra puedan dar a confusión. Prueba de ello es uno de sus últimos actos, en el que una de las peñas más importantes del Celta fuera de Galicia, la peña Blau Cel (que cubre la parte este del estado Español), recibió el alta de un nuevo socio, con el nombre de Cristian Bustos Costa. Un señor que no ha tenido nada fácil llegar hasta dónde ha llegado, y por eso sabe agradecer el apoyo de la afición.

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