¡Qué bueno que viniste!


ANTONIO SALAS
Augusto Fernández se empeñó en estar listo para este partido. Lo hizo después de pasarse todo el verano sin jugar ningún amisotoso para evitar cualquier tipo de lesión que truncase su deseado pase a Europa. Sin ritmo de partidos, pero bien fisícamente, Augusto se plantó en Balaídos en una calurosa tarde de agosto que amenazaba con pasarle factura si su cuerpo no estaba completamente preparado para la exigencia física que plantea la liga española. Y sí, es posible que fisícamente todavía no esté perfecto, pero bastaron unos cuantos destellos para mostrar al celtismo que su fichaje seguramente sea un acierto. 

O al menos, lo parece. Augusto se mostró como un futbolista solidario, no exento de calidad técnica y con la suficiente confianza como para atreverse siempre con el regate. Le sobraon tal vez algunos taconazos innecesarios. A veces es difícil discernir entre el recurso necesario y aquel que solo busca el aplauso. Pequeñas pegas que no empeñan un buen partido de un buen futbolista, que tuvo la capacidad y los pulmones lo suficientemente frescos como para fajarse en defensa con grandes ayudas a Hugo Mallo. Que supo entender cuando tenía que vivir al lado de la cal y cuando debía adentrarse en una medular repleta de piernas amigas y enemigas. 

Todavía habrá que seguir muy de cerca sus prestaciones en los próximos partidos, cuando vaya adquieriendo los necesarios automatismos con sus compañeros. Tiene por delante unas sesiones de entrenamiento fundamentales para conocer a sus compañeros y para que estos empiecen a conocerle, pero tiene la apariencia de ser un gran fichaje, de ser el jugador que necesitamos. El dueño de la banda derecha del Celta por mucho tiempo. Tiempo al tiempo.

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