El Mesías ya predica en Primera


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Hace más de tres años, una tarde de junio, apareció por Balaídos Iago Aspas. Llegó en el momento justo para evitar la tragedia de un descenso a Segunda B que podría suponer el epílogo del Celta como entidad. Su aparición mesiánica dio nuevos bríos a un Celta que arriesgó su vida para sobrevivir con un proceso concursal que obligó a rebajar la inversión a límites insospechados. El Celta se apoyó en la cantera y tuvo en la figura de Aspas al referente que debía devolver al Celta a la máxima categoría, aquella que por historia y tradición, como reza su himno, le corresponde. 

Durante estas tres últimas temporadas, Aspas ha saltado a la fama en diversas ocasiones, y el mundo del fútbol, ese que solo tiene ojos para los grandes equipos, ha llegado a conocerle, más por cuestiones extradeportivas que por lo que pase en el terreno de juego. Saltó a la fama con los dos goles ante el Alavés, y también con aquel espectacular taconazo que permitió a Trashorras anotar en el Vicente Calderón, poniendo al Celta en ventaja en una eliminatoria copera difícil de olvidar. Pero a Aspas también se le conoció por su incidente con Roberto en una promoción de ascenso a Primera, o por esos excesos verbales que tanto irritan en A Coruña. 

Pero hasta ayer, jamás había disputado un solo minuto en la máxima categoría. Suficiente para llamar la atención de diversos equipos. El año pasado su nombre se vinculó a Osasuna y Sporting, y este año, además de varias ofertas de Bélgica y Alemania, hubo un interés real del Sevilla por hacerse con sus servicios. Todo ello sin presentarse siquiera ante los grandes focos de la Primera División, todo ello con la única experiencia de su participación en Segunda y con el aval de los 23 goles que le convirtieron en el máximo goleador nacional de la categoría, solo superado por Leo Ulloa. 

Así que ayer muchos ojos estan puestos en él. La curiosidad de los que habían oído hablar de él pero no le habían visto un partido entero, la de aquellos que no le soportan, la de quienes le adoran y querían ver como se desenvolvía en Primera y, en definitiva, de todos aquellos que querían saber quién era aquel chico del que tanto presumimos en Vigo. Para los que tenían dudas sobre su rendimiento en Primera, la de ayer resultó ser una prueba contundente. Aspas no se arrugó ni un ápice ante Demichelis y Weligton, sorprendido por el descaro del recién llegado. Aspas no respeta las canas. Ni las de Toulalan. Completó un partido digno de un futbolista consolidado en la categoría, descolocó a la defensa con su movilidad, no perdió apenas balones y dio cuatro pases de gol que sus compañeros no supieron o no pudieron aprovechar. 

Asistió a Álex López en la primera mitad, aguantando el balón con maestría ante la salida de Caballero, llevándose a su par por línea de fondo como un funambulista y tuvo fuerza para ver al ferrolano completamente solo. En la segunda parte fue de Lucas su mejor amigo. Primero devolviendo una pared, luego con un pase diagonal de 30 metros que se pegó a la bota del catalán, que acabaría enviando el balón al palo, y casi al final, con un centro con la diestra a la corta que remató su compañero encontrándose una y otra vez con Willy Caballero. Incluso la jugada de Cabral la inicia el de Moaña llegando a línea de fondo. Al Mesías, solo le faltó que una de esas jugadas acabase en gol, pero su recital quedará en la retina de los que tuvimos la suerte de verle ayer en Balaídos. Una delicia que el fútbol español comienza a disfrutar... o a sufrir. 

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