Foto: David Penela |
La felicidad se apoderó de Borja Oubiña más que nunca. El capitán era el único que estaba en el campo celebrando el ascenso y que previamente, en el mismo escenario y cinco años atrás, había rumiado con la cabeza agachada el descenso desde Primera. Reconoce el vigués que un lustro atrás le fallaron a muchos, y se alegra de que el domingo el Celta le haya devuelto la ilusión a otros tantos.
El mediocentro reflexionó ayer sobre los dos extremos del fútbol. «Cuando acaba el partido del descenso sentí una decepción terrible, sentíamos de habíamos fallado a mucha gente; y el domingo todo lo contrario, sientes la tranquilidad que has hecho el trabajo bien y que has devuelto la ilusión a mucha tente que la había perdido». Por eso a nivel personal no esconde que se ha llevado una de las alegrías más grandes de su vida: «Durante tu vida van pasando cosas, buenas y malas y evidentemente está entre las mejores».
Ya aventuraba en plena recta final que el ascenso del colectivo de Herrera tenía mucho más mérito que el anterior. Ayer volvió a repetirlo: «Para mí si porque aquel equipo tenía la obligación de ascender, lo veíamos como algo normal, y no le dabas tanta importancia como a este, porque creo que el grupo hizo un esfuerzo terrible, que mentalmente estuvo súper fuerte y nos ha costado mucho ganar, por lo tanto las sensaciones son muy diferentes».
No dudó un instante en situar como la clave del éxito, el grupo, pero con argumentos. Los 20 jugadores sin excepción han tenido protagonismo y minutos. «No sé a ciencia cierta el numero de minutos que ha jugado todo el mundo, pero no creo que haya una plantilla en donde prácticamente todo el mundo, incluso los porteros, que es un caso curioso, también han jugado mucho. Todo el mundo se ha sentido importante dentro del grupo, todo el mundo ha participado y ha ayudado».
Comunión con la grada
En plena celebración por el retorno a Primera, Oubiña percibe que el equipo vuelve reforzado. No solo por el triunfo de la cantera, sino por la regeneración del celtismo y por la comunión con la grada. Todo fruto de un cambio radical. «Después de todo lo mal que lo hicimos durante dos o tres años, habiendo desilusionado a tanta gente, el volver a engancharlos con un equipo basado mayoritariamente en la cantera, ha provocado una comunión dentro del celtismo. Todo el mundo está contento con los jugadores y nosotros contentos con la afición, creo que debemos ir de la mano para conseguir los objetivos y el año que viene nos espera otro tanto de lo mismo».
Él, que es de los pocos que conoce la Primera División, ve a sus compañeros con recorrido, pero desde la tranquilidad. Dejándoles madurar, como han hecho hasta la fecha: «Yo confío en ellos, tienen mucho potencial para seguir creciendo, para asentarse dentro de la Primera División pero hay que tener tranquilidad, dejarles hacer, dejar que el equipo juegue y tener el apoyo de la gente para que todo el mundos se sienta seguro». El canterano vuelve a ser un capitán de Primera. Y con muchos galones.
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