El gol que nos devolvió a nuestro sitio


Foto: Gonzalo Martín Velasco 
Lamentablemente, son muchos los que piensan que ese empate sin goles contra el Córdoba en un partido en el que parecía que jugábamos sin porterías fue lo que nos devolvió a Primera.
Por desgracia, también son muchos los que piensan que fueron las presuntas primas a los rivales del Valladolid lo que hizo que ya seamos de Primera.

Otros tantos, bastante más acertados por cierto, piensan que fue el gol del discutido Natxo Insa en Tarragona lo que nos montó en el ascensor. Desafortunadamente, quizás, al menos desde fuera del celtismo, no sean tantos los que piensan que son nuestros 83 goles marcados y solo 37 encajados para sumar un total de 85 puntos lo que nos hizo merecedores de una de las dos plazas de ascenso directo.

Sin embargo, todo gran equipo tiene su gran momento en cada gran reto que supera. El Real Madrid ganó la liga, sobre todo, gracias al gol del Cristiano en el Camp Nou. El Barcelona ganó, no hace mucho una Champions, que bien podría haber supuesto la canonización de Andrés Iniesta por su impresionante gol en Stamford Bridge. Y fue un gol de Joan Tomás en Zorrilla lo que posibilitó que el celtismo cumpliese un sueño que ya se estaba alargando demasiado.
Yo nunca olvidaré aquel día. Quizás, el hecho de que actualmente resido en la ciudad del Pisuerga fuese  lo que hizo que me pasase toda la semana nervioso, ansioso, con ganas de que llegase aquel partido. Sin embargo, sé que los 2300 celtistas que llegaron desde Galicia y otros lugares de la geografía española y europea para apoyar a nuestro equipo estaban tan tensos como yo. Aquel sábado, las calles del centro de la ciudad castellana se tiñeron de azul celeste y estoy seguro de que nuestros cánticos tentaron a más de un vallisoletano a unirse a nuestra fiesta.

Pero lo mejor estaba por llegar. Lo pasamos mal. Los pucelanos se adelantaron pronto con un gol de Guerra. Sin embargo, Aspas no tardaría en devolver las tablas al marcador. Y lo mejor estaba por llegar, cuando ya pocos creían en la victoria y nos conformábamos con el empate, cuando Herrera ya había quitado a De Lucas y Iago Aspas, cuando parecía que renunciábamos a atacar… entonces fue cuando llegó nuestro momento. En el canto del cisne de aquel partido, Álex Lópex lideró una contra con la maestría que lo caracteriza. Una contra que, cuando ya parecía muerta, de manera inexplicable, llevó el balón a los pies de Joan Tomás, que solo tuvo que empujarlo a la red. 1-2. No sé lo que pensé, no sé lo que dije, solo sé que me abracé a un montón de personas que no conocía y con las que solo compartía el color de nuestra camiseta. Solo recuerdo que, como tantas otras veces, comenzamos a cantar eso de “¡Que sí, joder, que vamos a ascender!”, pero esta vez no era como las anteriores, esta vez estaba convencido de que iba a ser así.

Quizás sea que yo no pude estar en Balaídos ni en Plaza América el domingo o quizás fuese que ningún otro celtista me acompañó el día del ascenso lo que me haga querer creer que ascendimos aquel día. Pero sé que, al igual que el año pasado pensé que subiríamos cuando ganamos 1-3 en Vallecas, y supe que nos tocaría sufrir otro año más con aquel lamentable 1-1 contra una casi descendida Ponferradina, para volver a ilusionarme con el gol de Michu en Granada, aquel sábado, salí del Nuevo José Zorrilla más convencido que nunca de que este equipo es de Primera.

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