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Foto: as.com |
Gran parte de culpa
de la bonanza actual del conjunto la tienen tres hombres. Cuatro para ser más
justos, aunque ayer la figura de Joan Tomás careció de trascendencia. El estado
de forma de Aspas, Toni y Orellana es superlativo y le está concediendo al
Celta un salto de calidad enorme en este tramo final de competición. Entre los
tres desarbolaron por completo a un Guadalajara incapaz de contener el fútbol
vigués. Toni, ese elegante extremo coruñés que mejora a cada día que pasa,
abrió la lata con un latigazo. Antes, su dinamismo constante fue clave para que
los vigueses se aburrieran de combinar y combinar en la medular.
Aspas y Orellana
fueron sus principales amigos y de sus botas salieron los dos goles restantes
además de la práctica totalidad de las jugadas de peligro del equipo vigués. Al
margen del idilio goleador del de Moaña, cabe destacar la personalidad de Orellana,
un futbolista con más carácter del que parece y que en este tramo final se ha
echado el equipo a la espalda. Ayer dio las tres asistencias y provocó un
penalti. Bien es cierto que después lo erró, pero su fútbol no se descompuso y
continúo siendo un auténtico quebradero de cabeza para la zaga morada.
Además, la
seguridad defensiva de Oier y Túñez, el buen partido de Bellvís, la mejoría de
Natxo Insa y el siempre notable rendimiento de Álex López terminaron por
convertir este encuentro en el mejor de los celestes como visitantes en lo que
llevamos de campaña. Y es que los célticos se comportaron como un equipo
campeón, dominador, con capacidad suficiente como para alcanzar un objetivo que
cada vez está más cerca. Fue sin duda la mejor noticia de un choque que apenas
dejó cosas negativas. Quizás, el estado físico de un Oubiña que todavía no está
al 100%, aunque es de esperar que con mayor número de minutos el capitán celeste
recupere su mejor nivel para este sprint final.
Restan cuatro
finales, e independientemente de lo que haga esta noche el Valladolid, el Celta
comenzará la siguiente jornada en ascenso directo. El calendario y sobre todo
las sensaciones de los últimos partidos invitan al optimismo, aunque no
conviene fiarse. Con el equipo celeste los acontecimientos escapan a veces a la
lógica, por lo que lo más recomendable sería tener los pies en el suelo. Eso
sí, lecciones de poderío y personalidad como la de ayer hacen inevitable que
ráfagas de euforia se cuelen en el ambiente.
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