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Foto: Diario As |
Corría el mes de agosto de 2007. El fútbol español estaba conmocionado por lo que le había sucedido a Antonio Puerta, y el Celta se diponía a abrir la temporada que debía suponer su regreso a Primera División tras el doloroso descenso que había padecido unos meses antes. Domingo, 12 de la mañana y canal plus presente en Balaídos. No pude asistir a Balaídos, ya que me encontraba en Andalucía. Mientras en Vigo hacía sol, en Jerez cayó una tromba de agua impresionante durante el partido, preludio de lo que nos esperaba. El partido no fue bueno, el Celta, con Stoichkov en el banquillo, firmó un mal partido, pero Canobbio anotó cuando faltaban 10 minutos para el final. Confiábamos en nuestra pegada, pero el destino tenía reservado un buen golpe en los morros cuando Arthuro logró el empate a apenas segundos del final del partido.
Ya no era Messi, Riquelme, Raúl o Forlán quién nos birlaba la cartera. Era un brasileño llamado Arthuro, y al que, en un macabro giro del destino, sufrimos dos años después en nuestro equipo. Desde entonces, hemos padecido los rigores de un gran equipo venido a menos. Asistencias paupérrimas, baile de entrenadores, jugadores mediocres que seguramente no se merecían la camiseta del Celta. Podríamos enumerarlos pero no quiero quitaros el apetito. Han sido cinco años duros, especialmente los tres primeros, con los que seguramente ninguno de nosotros contaba. El Celta no estuvo cinco años fuera de Primera desde los años sesenta. Incluso cuando jugamos en Segunda B a principios de los ochenta, no empleamos cinco años para un viaje intenso que nos llevó de Primera a la categoría de bronce y nos devolvería a Primera nuevamente cuatro años después.
Hemos pasado todo tipo de penurias, hemos soportado como los propios vigueses se burlaban de nosotros y de nuestro equipo. Y aquí estamos, a cinco días de un partido ante ante el Córdoba, ese mismo equipo que inició esta travesía por un desierto sin apenas oasis. Es la cuadratura del círculo. Allí donde todo empezó, terminará este domingo. En Balaídos, con el Córdoba como rival, entrenado por Paco Jémez y las cámaras de canal plus como testigo. Se agradece, eso sí, que no estén Stoichkov, Vara, Manchev, Zanev y compañía, y sin Arthuro, claro. Ah, el partido terminó con empate.
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