El Celta alcanza las estrellas


Foto: Óscar Vázquez
Era evidente. Estaba siendo todo relativamente sencillo y tarde o temprano había que sufrir. ¡Y vaya si se sufrió!, pero mereció la pena. El Celta dio ayer el último porqué para justificar su presencia en Primera División la próxima temporada. Si no es este año, ya nunca será, porque poco más se puede hacer. Esta campaña ha habido partidos malos, regulares, buenos, muy buenos, y después está el del Xerez. El choque frente a los andaluces fue un cúmulo de sensaciones, un torbellino de emociones. Pocas veces el coliseo vigués presenció tal derroche de fútbol y coraje, tanta calidad y entrega condensadas en una dosis de 90 minutos. Balaídos fue una auténtica explosión de júbilo.
   
Heráclito afirmaba que el cosmos funcionaba a través de una lucha de contrarios. Así pues, para alcanzar el éxtasis es preciso sufrir primero. De esta manera llegó la primera expulsión de la temporada en el momentos más inoportuno y el gol del Xerez. Balaídos calló unos segundos antes de reanudar los cánticos de apoyo. Entonces, los Toni, Orellana, Álex López y Iago Aspas decidieron que la orilla estaba demasiado cerca como para ahogarse. Tiraron de casta, de orgullo, pero sobre todo de fútbol, del mejor fútbol de la categoría. Y llegó el empate.
   
La segunda mitad fue el delirio. El genio de Moaña se alió con sus amigos de travesuras y volvió loca a la zaga xerezana. Genial el partido de un Toni titularísimo que se aburrió de combinar y asociarse y de cuyas botas salieron los dos goles que certificaron la remontada. El tercero corrió a cargo de un Álex López que hace todo bien, incluso de delantero. Para el final quedaría la habitual perla del Pablo Neruda del fútbol, Fabián Orellana. Balaídos explotaba de felicidad.
   
Los vomitorios se llenaron de aficionados con las manos sobre el pecho, víctimas de una sobredosis de tensión y adenalina, pero radiantes de felicidad. El sufrimiento llegó, el corazón se aceleró, pero el final de la historia fue hermoso. La historia de un partido perfecto cuyo único borrón fue la absurda expulsión de Hugo Mallo. Por lo demás, encuentro para grabar y recordar durante mucho tiempo. El domingo Tarragona será celeste y el Celta tendrá su primer match-ball para alcanzar la gloria. Ayer, por lo de pronto, ya tocó las estrellas.  


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