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Foto: Óscar Vázquez |
Heráclito afirmaba que el cosmos funcionaba a través de una lucha de
contrarios. Así pues, para alcanzar el éxtasis es preciso sufrir primero. De esta
manera llegó la primera expulsión de la temporada en el momentos más inoportuno
y el gol del Xerez. Balaídos calló unos segundos antes de reanudar los cánticos
de apoyo. Entonces, los Toni, Orellana, Álex López y Iago Aspas decidieron que
la orilla estaba demasiado cerca como para ahogarse. Tiraron de casta, de
orgullo, pero sobre todo de fútbol, del mejor fútbol de la categoría. Y llegó
el empate.
La segunda mitad fue el delirio. El genio de Moaña se alió con sus amigos
de travesuras y volvió loca a la zaga xerezana. Genial el partido de un Toni
titularísimo que se aburrió de combinar y asociarse y de cuyas botas salieron
los dos goles que certificaron la remontada. El tercero corrió a cargo de un
Álex López que hace todo bien, incluso de delantero. Para el final quedaría la
habitual perla del Pablo Neruda del fútbol, Fabián Orellana. Balaídos explotaba
de felicidad.
Los vomitorios se llenaron de aficionados con las manos sobre el pecho,
víctimas de una sobredosis de tensión y adenalina, pero radiantes de felicidad.
El sufrimiento llegó, el corazón se aceleró, pero el final de la historia fue
hermoso. La historia de un partido perfecto cuyo único borrón fue la absurda
expulsión de Hugo Mallo. Por lo demás, encuentro para grabar y recordar durante
mucho tiempo. El domingo Tarragona será celeste y el Celta tendrá su primer
match-ball para alcanzar la gloria. Ayer, por lo de pronto, ya tocó las
estrellas.
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