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Jorge Landín / Marca |
¡Que sí, joder, que vamos a ascender! De esta expresión, tan
manida por los campos de Segunda División cuando el ascenso está en juego, se
hizo eco en sala de prensa Paco Herrera. Tras un partido en el que no se había
desplegado el mejor juego, especialmente en la primera mitad, los célticos se
sacudieron los fantasmas con una goleada que, al margen de efectos
clasificatorios, debe resultar vital para el estado anímico. Hacía falta un
triunfo que despejara los miedos y los malos augurios, una victoria que
recuperase la ilusión y la confianza de una hinchada que tiende a la
bipolaridad y de un equipo que acostumbra al desánimo. Queda trecho, pero el
Celta ha hecho lo más difícil: levantarse para seguir caminando.
Y eso que el
panorama no invitaba al optimismo cuando el descanso llegó a Balaídos. Derrota
y malas sensaciones. Una alineación controvertida, una inadmisible falta de
intensidad y una preocupante desconfianza en el juego arrancaron numerosos
silbidos. Mirando alrededor, las caras de los demás celtistas sentados en las
butacas colindantes reflejaban el mismo pensamiento: ¿cómo nos puede volver a
pasar lo mismo?
Los goles lo curan
todo, y los cuatro que el Celta anotó el sábado sirvieron para devolver la
sonrisa a una grada escéptica. Por otra parte, es de esperar que ese ingreso de
optimismo también se produjese en los jugadores, apáticos y pesimistas en la
primera mitad, pero confiados y desatados en la segunda. Es clave que recuperen
la confianza, tanto los futbolistas como el propio entrenador, en la idea de
juego que los acercó al cielo en el mes de marzo. No es momento de dudas, ni de
que entre el pánico, sino de ser valientes y consecuentes con una fórmula que
hasta hace poco había sido garantía de éxito. Es sin duda lo más importante: se
lo tienen que creer, nos lo tenemos que creer.
Los próximos diez
días serán decisivos. Ganar en Sabadell parece obligatorio para meter presión
al Deportivo-Valladolid del día siguiente. Los locales no pueden permitirse una
derrota, por lo que saldrán a demostrar por qué Riazor ha sido un fortín hasta
ahora. Si el resultado acompaña a los intereses célticos y los de Djukic se
quedan a tiro de un partido, Cartagena podría consumar la remontada. Media hora
clave para un Celta mermadísimo –hasta siete bajas podrían tener los célticos,
especialmente en ataque, siempre y cuando ni Toni ni Joan Tomás vean una
cartulina en la Nova Creu Alta-. Con lo
apretado que esta todo, la reanudación del suspendido encuentro tiene pinta de
que podría decidir el ascenso.
Si el fútbol sonríe
al Celta en la próxima semana y media, los vigueses iniciarán el partido del
Alcorcón aupados a la segunda plaza. A partir de ahí ya será otra historia,
otra guerra, pero a la que los célticos llegarán con la sartén por el mango. El
Celta comenzó anteayer una recuperación de fe que debe continuar en las próximas
fechas. Si dentro de diez días las circunstancias son las descritas
anteriormente, ya no habrá dudas. El sábado, aunque con más goles que fútbol,
se demostró que el cuento puede tener final feliz. Decirlo es fácil, creerlo no
tanto. “¡Que sí, joder, que vamos a ascender!”.
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